Actualidad

Un tiempo nuevo

por Colaboración 15 agosto, 2022
Tiempo de lectura: 4 minutos

Por Míchel Barba (@MichelBarbaFDZ)

Como un sueño han pasado los días (permítaseme respetar la costumbre de comenzar mis visitas
a Lugoslavia citando a Los Suaves, como ya hiciera la primera vez) desde el Riazorazo, algo
más de dos meses, y algo menos de quince desde el penalti con el que Álvaro Jiménez selló
las distintas suertes de Lugo y Albacete
, es poco tiempo, solo un segundo en el reloj de Dios, y
poco en realidad lo sucedido, pero mucho lo vivido,

en tardes como la de Riazor (en tardes como la de Carranza) uno vive multitud de vidas, y las vive enteras, la propia, las de todos los que le rodean, las de todos los que lo acompañaron hasta ese instante, vidas todas que entonces dan la impresión de haber tenido un sentido, en fin, no puede decirse que tardes así se nos concedan a menudo; una parte de la persona nunca vuelve de una tarde así, no se
puede volver entero, no se puede volver siendo el mismo de una tarde así, aunque la
normalidad recupera terreno más rápido de lo que se cree, y después de una tarde así no
cabe sino constatar con desagrado la obscena tiranía de lo prosaico en la existencia; tardes
así, hay que admitirlo, muy raramente cambian el rumbo de la existencia de una persona,
pero es frecuente que alteren la de un club; en Carranza comenzó un periodo nuevo de la
historia albivermella, un periodo que dura más de una década, una década que, a pesar de
vaivenes e infartos, de los inescrutables arbitrios de T. S. (no Eliot), de tantas permanencias
al borde del precipicio con dos ruedas sobre el vacío, a pesar de todo, de una forma u otra,
ha consolidado al Lugo en el fútbol profesional, una década antípoda de la transcurrida en
Albacete, con tres descensos, tres ascensos, dos salvaciones en la última jornada y una de
ellas en el último minuto
, y muchas más sorpresas, como rezan los carteles del circo; parece
que en los compases finales de todo periodo histórico los acontecimientos se suceden a
mayor velocidad y se alcanzan cotas inusuales de absurdo, ese es el sabor que deja la última
década albacetista en lo deportivo, sabor a últimos estertores de algo, sabor a tiempos
extraños donde el viejo mundo está muerto y enterrado y el nuevo no se decide a nacer y
materializarse; situaciones como esta requieren un empujón que las desatasque, que
reanude un cierto curso de las cosas, de situaciones como esta, por lo general, solo se sale
después de una tarde como la de Riazor; existe en el inconsciente colectivo albacetista una
necesidad desesperada de romper la rueda por la que corre el club como un hámster desde
hace más de una década
, se han desperdiciado dos ascensos, dos oportunidades para
hacerlo, y se nos ha dado una tercera de la forma más epatante y hermosa, la vida no
concede apenas segundas oportunidades, recibir una tercera es algo reservado a pueblos
elegidos, en fin, no interpretar Riazor como una señal extremadamente clara, como un
ultimátum de la Providencia para hacer las cosas bien de una vez por todas, parece una
actitud poco inteligente; el Lugo tuvo Carranza, aprovechó Carranza, sobre el punto de
penalti de Carranza ha fundado una edad de plata que difícilmente podía imaginarse tan
duradera en un principio, difícilmente podía imaginarse, por ejemplo, en marzo de 2012,
cuando el Alba visitó el Anxo Carro por primera vez en el siglo XXI; era el Alba de Antonio
Gómez, recién descendido a 2ª B tras veinte temporadas entre Primera y Segunda División,
y era el Lugo de Setién, camino de recoger lo sembrado durante tres años, rivales directos
en el grupo, ganó el Lugo con un gol de Pita, uno tiene la impresión de llevar toda la vida
palmando en el Anxo Carro con goles de Pita, pero lo cierto es que ese fue el primer y último gol de Pita al Albacete, el Alba acabaría cayendo en las semifinales del play-off en
Carranza, en la tanda de penaltis, y lo sucedido después en la final no hace falta explicárselo
a un lucense, en definitiva, el punto de penalti de Carranza es el kilómetro cero de algo en
común entre ambos clubes
, es aquí a donde me proponía llegar; Albacete y Lugo se han
cruzado mucho en la última década, tan diferente en resultados, tan diferente en cuanto a
implicaciones y posición dentro del devenir histórico de uno y otro club, y a pesar de ello
no me cuesta identificar puntos comunes de alta intensidad, como albacetista miro al Lugo
con la envidia del superviviente que se rinde ante otro de aptitud superior, pero en esencia
miro al Lugo como quien se mira en un espejo ligeramente deformante, me reconozco con
inquietud en los rasgos exagerados, veo temporadas infinitas y agotadoras, con tres, cuatro
entrenadores desfilando por el banquillo, veo cábalas imposibles, carambolas demenciales,
veo un ángel de la guarda perezoso y vacilón pero presente a la hora de la verdad, veo lo
suficiente para confirmar que sé lo que se siente, y veo a Rubén Albés, que tras la agridulce
despedida de su tocayo encarna la esperanza del hincha albacetista de romper al fin la
putísima rueda, y en el razonamiento se vuelve, de nuevo, a la ribera del Miño, la afición lo
dice, lo grita, lo entona como un salmo, si ha sido capaz de salvar ¡dos! veces al Lugo, si ha
sido capaz de salvar sin apuros a un equipo de Mauro Pérez, este hombre debe de ser como
mínimo hijo de Dios, de habérselo propuesto, Albés hubiera podido entrar en Albacete a
lomos de un pollino y las gentes lo hubieran aclamado agitando ramos de olivo, ahora, con
la perplejidad ante su marcha aún caliente, esos son los adioses más amargos, le toca volver
al hogar abandonado, Lugo, así debía ser, las tramas están realmente bien hiladas, hemos
palmado contra el Lugo de casi todas las formas y en casi todas las coyunturas posibles, en
Feria (no eres nadie en el fútbol español hasta que no ganas en el Carlos Belmonte en
Feria), con la categoría en juego, falta esta, en la jornada inaugural, un día fallas un penalti
contra el Lugo, bajas, pasa un año, subes y te espera el Lugo porque hoy adiós es un grito que
quiere decir bienvenido
, y tú llevas catorce agostos sin ganar la primera jornada en Segunda
División
; en estos tiempos de profunda y prolongada incertidumbre, en tanto descubrimos
si Riazor representó lo que Carranza, el inicio de un tiempo nuevo, uno, ojalá, mejor, el
Lugo es una de las pocas certezas que tiene el Albacete Balompié; quizá perdamos casi
siempre en Lugo, pero es la señal de que estamos en Segunda, de que hemos vuelto a casa.

A todos los que hacéis (y todos los que leéis) Lugoslavia, Borja, Denís, Javier, Marta, Sebas, Guille y los demás, a la Samuelson en cualquiera de sus facciones, a las viudas de Juan Carlos Rodríguez Belenklose, al peluquero de Luis César, a la augusta ciudad de Lugo en su conjunto: abrazos manchegos, viva el vino.

Comparte:

Deja un comentario