En el fútbol, los aficionados no tienen demasiado margen de decisión. Desde un primer momento adquieren una fe monolítica sobre un equipo. Es cierto que los hay con doble o triple militancia, pero las glándulas sudoríparas de cada uno marcan la prioridad. Después, uno puede decidir ser socio de Fondo Sur o Fondo Norte. Poco más. Kilómetros de carretera y manta siguiendo a un equipo que amas, aunque a veces te haga odiar momentáneamente tu presencia en el planeta.
Ficha técnica
- 2017/2018: SD Eibar Juvenil (División de Honor)
- 2018/2019: Bermeo (Tercera División)
- 2019/2020: Polvorín (Tercera División)
- 2020/2021: U.A. Horta (Tercera División)
- 2020/2021: SD Amorebieta (Segunda B)
- 2021/2022: SD Amorebieta (Segunda B)
En la vida de un futbolista hay cierta libertad de movimientos. Un central pueden acabar reconvertido en mediocentro y viceversa. El paso de los años y la pérdida de determinadas condiciones puede replantear determinados roles. Algunos entrenadores consiguen destapar nuevas características y de pronto un jugador ve la luz donde antes no podía encontrarla. Sin embargo, previamente se lleva a cabo una división fundamental que abre una grieta que solo se puede traspasar en un par de supuestos heroicos.
«Quiero ser portero». Automáticamente, al niño que pronuncia esta frase le envuelven las manos con guantes y se desliza una cuerda enorme desde el cielo anudada con la responsabilidad de ser el ancla de sus compañeros. Mientras que el resto de sus compañeros, que han escogido distribuirse por el campo reciben instrucciones con diferentes tonos, al guardameta le queda un hilo musical severo y recio. Tono que les modifica la voz para convertirla en el altavoz con el que dar órdenes a sus compañeros y ser la red que él no tendrá cuando cometa un error. Son un faro para iluminar al resto, como ha sucedido en los últimos cursos en Lugo, iluminados por la centella de Ander Cantero o Juan Carlos.
Ser portero en Euskadi, responsabilidad histórica
Escoger el hábito de portero es una resolución firme y madura. Ahora bien, elegir defender una meta en Euskadi es un reto de campanillas. Supone ceder tu código sanguíneo para destinarlo al orden de un árbol genealógico del que han brotado ramas tan profundas como Andoni Zubizarreta, el Txopo Iribar, Esnaola, Urruti o Carmelo Cedrún. Este último es el futbolista más destacado surgido de las filas de la SD Amorebieta, próximo rival del CD Lugo. Y el orgullo es mayor si cabe porque el después conocido como Muro de San Mamés salió de las filas del equipo de su pueblo, al que ahora ve, a sus 90 años, en una situación deportiva inédita. Los urdinak viven una página inédita de su historia. Entre los redactores de la misma está Unai Marino Alkorta (Ondarroa, 1999), que vivió una temporada en el filial albivermello en la que también pudo participar en sesiones de trabajo con la primera plantilla.


Unai y la Amorebieta son dos ejemplos de frescura en el fútbol profesional. Él responde a cada pregunta con la inmensa naturalidad de un joven cancerbero que ha tenido que ir escalando con sus propias manos. Demostrando, incluso sin jugar, que está preparado para los retos que le esperan en una biografía, como la de la mayoría de los guardianes, que se cocina a fuego lento. Donde la regularidad absoluta, en algunos casos, solo se alcanza iniciada la treintena. Es cierto que portero únicamente juega uno, pero la representación del trío que cada equipo tiene en el campo es fruto de un trabajo colectivo de consejos compartidos en cada entrenamiento como ahora hace Unai Marino con dos viejos vigilantes como Roberto Santamaría (Las Palmas, Girona, Ponferradina, Huesca, UD Logroñés…) o Mikel Saizar (Real Sociedad B, Pontevedra, Córdoba, Burgos…).
«Son dos porteros míticos. Intento aprender lo máximo, recogiendo todos los comentarios buenos que me hacen y que compartimos. Aprendemos lo máximo y estamos disfrutando del fútbol profesional», comenta a Lugoslavia Unai Marino, quien demuestra unos grandes reflejos para cazar todas las oportunidades que se le han brindado. Como la que le llevó a Lugo, el concurso ‘En busca del portero del futuro’, organizado en 2019 por Futbol Emotion, marca de distribución de ropa deportiva, para encontrar al mejor portero sub-23. El premio del certamen era convertirse en meta del club lucense, que por aquel entonces tenía a Roberto Fernández -también promotor del evento- como entrenador de porteros después de finalizar su carrera.
«Recuerdo estar enfrente del ordenador y ver la noticia. Yo estaba por aquel entonces en el Bermeo, de Tercera División (Euskadi). La convocatoria era para porteros sub-23 y anteriormente este concurso solo se había convocado una vez, en 2009. Al principio me acojoné y no quería presentarme», apunta el meta del Amorebieta. Entonces, comenzó a rodarse una película similar a la que ocurre en los penaltis. Deglutió el mal trago que provocan las penas máximas y decidió tirarse para evitar el condicional eterno que le habría perseguido si se hubiese dejado vencer por el miedo.
Le dijo a su madre:
- ¿Qué te parece si nos vamos los cuatro (que vivían en ese momento en su casa) y pasamos unos días en Barcelona (sede del certamen)?
Fue superando frente a 2.500 aspirantes todas las pruebas con éxito. «La final tuvo lugar en el campo del UA Horta, donde curiosamente acabé jugando después del CD Lugo», rememora sobre ‘En busca del portero del futuro’, que le permitió tener reconocimiento mediático. «Fue una experiencia increíble».
Normalmente, a los ganadores de los concursos se les pierde la pista. Su recuerdo queda como un momento de explosión al que se recurre años después para algún trabajo de hemeroteca. No ocurrió lo mismo con Unai Marino. El premio era el punto más interesante del proceso. Según las bases anunciadas, formaría parte de la plantilla del Polvorín, el filial rojiblanco que militaba ya en Tercera, y trabajaría también con el primer equipo que aquel curso empezó con Eloy Jiménez en el banquillo -renovado tras conseguir la permanencia-.


Sin embargo, el decurso de la temporada no satisfizo todas las expectativas del guardián de Ondarroa. En el aspecto positivo destaca haber compartido vestuario con «míticos de Segunda División como Carlos Pita, Iriome, Manu Barreiro o Seoane. No encontró la misma plenitud con el rol ejercido durante el curso. «En el filial éramos tres porteros. Empezó jugando Ángel Fraga [ahora en el Vilalbés] y le relevó Julen [actual tercer meta albivermello]. Cuando me tocó a mí, no tuve suerte ni oportunidades para demostrar cuál era realmente mi nivel. Llegó la pandemia y se paró todo», señala el ex guardameta del CD Lugo B desde el principio competitivo, pero respetando a los compañeros y rivales en la portería del Polvorín.
La competencia y el compañerismo en el CD Lugo
«Los tres éramos porteros diferentes. Ángel era el más veterano. Es tres años que nosotros y se notó al principio de la temporada, cuando a los filiales les cuesta arrancar. Él nos dio ese punto de experiencia que requeríamos. A Julen ya se le veía que tarde o temprano iba a estar a las puertas del primer equipo como ahora está, aunque sea lamentablemente por la lesión de Óscar Whalley, lo que le está permitiendo viajar con el primer equipo», apunta Unai Marino, quien, como a tantos, la pandemia rompió por completo sus esquemas y progresión. Por cercanía, Julen y Ángel Fraga se quedaron como balas en la recámara de aquel CD Lugo de Segunda División que vivía su propia crisis, con el segundo entrenador dela temporada, Curro Torres, que acabó siendo sacrificado para dejar paso al milagro de Juanfran en aquel cierre milagroso de curso que el meta del Amorebieta tuvo que vivir desde su casa.
Uno de los baluartes de aquella salvación fue Ander Cantero, ahora golero del Eibar y que ejemplifica el camino que cualquier portero joven querría seguir. El meta navarro le ganó el puesto a Alberto Varo, que representa la línea temporal contraria, pero igual de posible que la primera.
- ¿Cómo eran Ander Cantero y Alberto Varo?
- Ambos eran porteros muy buenos para Segunda División. Dos guardianes jóvenes con mucha proyección. Ander ha dado un nivel espléndido en los últimos años y ha conseguido firmar, nada más y nada menos, con el Eibar. Varo es una persona 10. Me impactó mucho la tranquilidad que tenía. Venía de estar con Juan Carlos y había estado en la cantera del FC Barcelona. Siempre estaban dispuestos a echarte una mano. En los primeros días, Varo me dijo: ‘¿Oye, dónde estás comiendo? Nosotros solemos ir al Lubre, junto a Rubén. Por supuesto estás invitado’. La verdad es que tengo muy buenos recuerdos de Lugo y conocí a gente que merece la pena. Fíjate, me sale una sonrisa recordándolo.
La descripción de ambos porteros, ninguno ya en el CD Lugo, que realiza Unai Marino es el vivo reflejo de lo que mostraron durante su estancia en el vestuario albivermello. Cada uno, desde su posición y estilo. Alberto Varo fue un ejemplo de profesionalidad y compañerismo. Nunca alzó la voz para reivindicar un hueco por delante del resto. No simuló desencanto. Tampoco protagonizó desplantes o muecas. De ahí el innecesario tono y procedimiento que rodeó a su salida. Un proceso resuelto cuando todas las porterías de Segunda estaban cerradas y que dejó sin margen de maniobra al guardarredes tarraconense. Y es que el término «relación laboral» tiene en el fútbol un fulgor de relación sentimental. No pocas veces, mal llevada. El «no eres tú, soy yo», se pone por delante demasiadas veces para justificar el incumplimiento de las promesas.


- ¿Tuviste la oportunidad de continuar en el CD Lugo?
- Antes de marcharme a mi pueblo, el club me transmite que cuenta conmigo para el curso que viene. Me dijeron que estuviese tranquilo. Yo estaba muy a gusto en Lugo, así que me quedé con esa impresión. A los tres días de regresar a Euskadi, Martín Murado, que por aquel entonces ejercía de coordinador deportivo del filial, me expresa que no cuentan conmigo para el curso que viene. Fue un chasco terrible, pero no me quedó más remedio que seguir adelante.
Y en ese relanzamiento volvió a aparecer la figura de Roberto Fernández, que ya había estado detrás del concurso ‘En busca del portero del futuro’.
- P. ¿Qué importancia ha tenido en tu carrera Roberto Fernández?
- Roberto es mi padre futbolístico. Creyó en mí cuando nadie más lo hizo. Fue él quien me llevó al CD Lugo y quien me ayudó en un verano malo después de que, precisamente, el club albivermello me dijera que no continuaba. Me quedé sin equipo y Roberto me echó un cable para fichar por el UA Horta de Víctor Valdés. Roberto creía más en mí que yo mismo. En el club catalán hice una buena media temporada y gracias a ella pude fichar por el Amorebieta, con el que ascendí a Segunda División. Nunca me olvidaré de Roberto, porque gracias a él estoy aquí. Como tampoco puedo dejar de nombrar a Santi Expósito, entrenador de porteros del filial (ahora en el Somozas). Siempre estaré en deuda con ellos.
En las respuestas de Unai Marino hay algo de remero. Aunque solo sea por nacer y crecer en tierra de bogadores, en su corta, pero insistente carrera se muestra la necesidad de tener un movimiento preparado cuando todavía se está completando el presente. Una cadencia positiva a través de la que madurar. Con callos en las manos, aunque tapados por guantes ásperos como los que portan los guardavallas que permanecen en la retaguardia, dispuestos a recoger a su compañero cuando se cae y a poner la mano en el fuego si su equipo lo requiere.
La cuadrilla del Amorebieta, el triunfo de la unidad
Así, el destino quiso llevar a Unai de vuelta a casa para formar parte de la cuadrilla del Amorebieta, «el mejor vestuario en el que nunca he estado. Un hogar, un entorno único donde todos somos amigos. Esto es lo que nos ha llevado al fútbol profesional, en el que nos hemos marcado el objetivo de intentar salvarnos y figurar muchos años en el fútbol profesional». Es el relato de la humildad transformadora y que también publicó en su día el CD Lugo, capaz de asaltar la Segunda División con la misma receta de argamasa humana que se ha ido convirtiendo, con el paso de las temporadas en un prefabricado.
Amorebieta es un pecado del fútbol moderno, que en tiempos de uniformización cultural en Europa, con pomposidades como la Superliga, se rasga las vestiduras para dejar participar a equipos que no entiende. Por suerte, la comprensión del aficionado que no se limita a ver el fútbol a través de la televisión es mayor y recibe con euforia a un club de un pueblo de 20.000 habitantes, obligado a jugar emigrado en Lezama, fuera de un Urritxe donde asoman las calvas de las porterías que hicieron los de la estirpe de Unai Marino.
A través de esta filosofía de proteger lo propio, es normal que case tan bien otro que en su día vistió la camiseta del CD Lugo, el Lehendakari Álvaro Peña, al que en todos los desplazamientos acompañaba, precisamente, su cuadrilla, y de la que no se ha despegado para superar la cifra de 200 partidos en el fútbol profesional.
«¿Y si te llega una oportunidad como la de Fran Vietes?»
Aspira a tantos o más el Marino de área pequeña, quien ha vivido una revolución personal en las últimas temporadas hasta el paso de hablar del año de Lugo como un pasado distante en el que salió de casa para ver un mundo que ahora quiere comerse. «Me siento un portero totalmente diferente. Ahora soy mucho más tranquilo. Soy un guardameta que intenta transmitir seguridad y hacer fácil lo difícil, transmitiendo seguridad y confianza», apunta en una descripción psicológica que deberían implementar todos los porteros que, por una razón u otra no disfrutan de la regularidad esperada o esperan su oportunidad.
Porque esta acaba llegando, como le está sucediendo a Fran Vieites, portero del CD Lugo que ha reemplazado al lesionado Whalley. La semana pasada, el guardián de Pontecesures apareció hasta en el once ideal de la jornada, aunque el club albivermello no haya hecho ni una sola mención a este reconocimiento. “Lo está haciendo genial”, sentencia Unai, consciente de que el reflejo de Vietes podría ser el suyo. «El papel secundario, a veces puede ser complicado, porque no verte en el verde, donde realmente quieres estar, es difícil. Pero has de aprovechar ese tiempo para seguir aprendiendo», comenta.


- ¿Y si te llega una oportunidad como la de Vietes? ¿Cómo la afrontarías?
- Me sentiría con mucha confianza. Todo acaba llegando, aunque no si estás en el sofá sentado. Cualquiera de los compañeros en la portería que estamos en Segunda División estamos capacitados para afrontar la responsabilidad y el desafío de una titularidad. Me puede tocar a mí o a cualquiera de los suplentes en Liga SmartBank, como el propio Vieites o Julen. Al que le llegue el desafío, va a estar capacitado. Todos los que hemos alcanzado nuestro puesto es por algo. Si recibo esta oportunidad, sería muy feliz. Sentiría un orgullo pleno después de tantos años de trabajo.
Esta es la sentencia de un guardián que idolatra a Kepa Arrizabalaga, porque los mejores ejemplos son los que se conocen, y cuyos pasos querría seguir en su máxima absoluta como futbolista: «Jugar en el Athletic». La suya es una defensa de un colectivo que soporta directamente los cánticos y las burlas de las aficiones en los fondos, que se juega el nombre en decisiones que a veces son un simple 50-50, un papel que se decide en la infancia con el último que llega a tocar el larguero o atribuyéndoselo al que menos condiciones físicas tiene. Pero que en las citas grandes y en los desafíos de altura acaba siendo definitivo. Una mano, extremidad despreciada por sancionable, puede decidir la vida de un club, No solo en el campo, también en la vida diaria, porque tendiéndosela al resto se crea el muro contra las incompatibilidades que generan las derrotas. Y en eso, los Marinos de área pequeña como Unai, son firmes expertos.
Ilustración principal: Unai El Marino, obra de Pablo del Valle. Permitida su reproducción solo bajo cita del medio y del autor.