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Perros flacos, pulgas y manos

por Daniel Martínez Baniela 21 enero, 2019
Tiempo de lectura: 4 minutos

Volvió el Lugo de su visita a La Rosaleda con lo pies fríos y la cabeza caliente, sin puntos pero con rebote, como un mal jugador de baloncesto. Y estuvo cerca, al menos mientras los elementos se lo permitieron. Y como elementos tenemos que contabilizar las expulsiones, las lesiones y el árbitro, esa tríada indivisible que tiende a cebarse con el más humilde siempre que este se enfrenta a un pez gordo. ¿Qué se sentirá al saber que juegas con red, que en caso de duda los de la justicia arbitral, cada vez más tuerta y menos ciega, va a barrer a tu favor? No tenemos ni idea en la ribera del Miño, y dudo mucho que lo lleguemos a saber alguna vez. Especialmente esta temporada, en la que por cada decisión favorecedora nos caen cuatro o cinco perjudiciales. Pero empecemos por el juego, que ya habrá tiempo para hablar de Moreno Aragón, arbitro andaluz que por esas cosas de pertenecer a otro comité pudo pitar a sus paisanos de Málaga.

Monteagudo sorprendió con una alineación revolucionaria y una nueva vuelta de tuerca a esa búsqueda de identidad en la que se ha embarcado en las últimas jornadas. Había dos dudas y las solventó de la forma más sorprendente. Sobre si iba a jugar Campabadal o Valentín, tiró por la calle de en medio y puso a ambos, sentenciando de una tacada a San Emeterio y a Luis Ruiz, a los que no extrañaría ver salir en las próximas fechas. En el pivote, con Seoane, Azeez y Pita para elegir, repitió argumento y puso a los tres, lo que llevó al banquillo a Herrera, que a esas alturas no sabía que se iba a convertir en protagonista del partido. El dibujo variaba de un 433 en ataque, con Iriome y Lazo desplegados en banda, a un 451 en defensa, donde hasta Escriche, como suele, se empleaba a fondo. 

El Lugo fue el mejor durante toda la primera parte. Fue inteligente, en realidad. Se replegaba con inteligencia, invitaba al Málaga a avanzar y salía a la contra con eficacia cuando robaba la pelota. Cierto es que los malagueños no estaban para florituras, muy espesos y con problemas evidentes en la creación. El partido estaba cómodo y aún lo estaría más para el Lugo desde que Josete, tras un error de Munir, marcase un golazo impropio del central expeditivo que se le supone. Ojalá Josete de delantero, se oyó suspirar a más de uno en la redacción lugoslava. Lazo fue protagonista con slaloms de gran calidad que hacen entrever el buen futbolista que lleva dentro y que ojalá explote aquí antes de que termine la temporada, y Pita manejaba a su antojo la media, donde Azeez colaboraba en la brega y solo a Seoane se le veía por debajo de los demás. 

El descanso devolvió al partido a un Málaga que jugaba igual de mal, pero que encontró en Ricca una vía de desahogo y a la vez de llegada al área del Lugo. Los albivermellos tampoco eran los de la primera mitad y pasó lo que tenía que pasar. Tras una pérdida lamentable del Lugo en la media, Ricca bailó a Valentín y puso un centro que Campabadal no supo cerrar y que permitió a Blanco Leschuk cabecear para que Adrián González empatase. Minuto cuatro de la segunda parte y ya se adivinaba tormenta. A los 69, Josete se fue a la ducha por trabar a Leschuk y, a los 79, Ricca robó la cartera a un catastrófico Herrera (que había salido por la lesión de Valentín) y la puso de nuevo para que Jack Harper rematase a gol. Inexplicable lo que el canario quiso hacer, de espaldas a su par, en el vértice de su propia área aguantando un balón, pero le costó tres puntos al Lugo. 

Y llegó el 93. Hasta aquí el análisis del juego del Lugo, que fue de más a menos empujado por las circunstancias. Aún así, pudo empatar pero lo impidió Moreno Aragón, al no ver las claras manos de Harper sobre la misma línea de gol que a estas horas ya todos habréis visto repetidas una y mil veces. Penalti y expulsión, tan claro que se pudo leer a aficionados de todos los equipos de Segunda llevándose las manos a la cabeza. Y es que ya no es la primera que le perdonan al Málaga, ni la primera que le tangan al Lugo. La jugada es tan clara que da vergüenza tener que discutir siquiera si era o no era. Porque era. Pero sobre todo, porque da la impresión de que Moreno Aragón, árbitro andaluz adscrito al Comité Madrileño, también supo que era y no quiso pitarlo. Y aquí la pregunta: ¿Hay una mano negra contra el Lugo? La respuesta, en mi opinión, es que no. Somos tan pocos y pintamos tan poco que no hay ni siquiera interés en que nos vaya mal. Más bien lo que hay es el conocimiento de que el Lugo es un club humilde, con poca masa social y que nunca levanta la voz (ayer todo lo más que se leyó fue un tuit del míster y un juego de palabras en la crónica del partido que publica el club).

Y en esas circunstancias, los árbitros saben, siquiera de modo inconsciente, que equivocarse en su contra no les va a suponer ningún problema. No habrá portadas altisonantes, ni pitadas masivas, ni un neverazo desde el Comité. Simplemente se equivocan contra el Lugo porque es lo fácil cuando enfrente está un grande de la categoría como el Málaga. Lo mismo, por cierto, que le ocurrirá al Málaga si asciende a Primera cuando juegue contra el Madrid o el Barça. Y eso, amigos y vecinos, es corrupción institucionalizada y amparada en la impunidad que da que el humilde no hará ruido. Estaría bien que alguien en el Lugo reflexionase a este respecto y, al menos, no se quedase callado. Pero no lo harán, tranquilos.

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