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Y si no me acuerdo no pasó

por Daniel Martínez Baniela 1 noviembre, 2018
José Carlos (CD Lugo) y Borja Mayoral (Levante UD), se abrazan tras el partido de Copa del Rey | Fotograma.
Tiempo de lectura: 4 minutos

Era el comentario general al descanso del duelo copero frente al Levante. “¿Pero esto qué es?”. A la alegría de volver a ver un Lugo reconocible sobre el verde, valiente y ofensivo, sin negociar el esfuerzo, se unía la sorpresa por la metamorfosis exprés que los de rojo y blanco habían sufrido en apenas tres días, los que iban desde el vergonzante partido ante el Cádiz y la puesta en escena ante los granotas, de verde para la ocasión.

No era solo un tema meramente táctico, no era la defensa diez metros adelantada, no era la presión en bloque al rival, no era la pierna dura en los duelos individuales y la solidaridad colectiva en defensa. Tampoco era la clarividencia en los pases entre líneas ni la precisión en los desplazamientos en largo en lugar de las pedradas sin sentido y las pérdidas no forzadas a las que el equipo se había, tristemente, acostumbrado. Era una sensación colectiva de que algo había cambiado, de que en algún lugar del complejo engranaje que compone un equipo profesional se había hecho “clic”, y de repente todo fluía. En la grada, donde apenas tres días antes había desconfianza y cada jugador se convertía en sospechoso por defecto, ahora había sonrisas, había aplausos y gritos de ánimo. El fútbol había vuelto al Anxo Carro.

Javi López no tuvo ni una mala palabra ni una buena acción más allá de comportarse como el perfecto yerno que toda madre desea

Nunca sabremos, porque las cosas de vestuario se quedan en vestuario, qué fibra tocó Monteagudo en el único entrenamiento que tuvo con los chavales antes del partido. Ni siquiera sabremos si fue cosa de Monteagudo o que la plantilla se sintió liberada tras la salida de Javi López, ese entrenador que durante su estancia aquí no tuvo ni una mala palabra ni una buena acción más allá de comportarse como el perfecto yerno que toda madre desea: lo mejor que se puede decir de él es que no dio que decir. Sea como fuere ante el Levante los jugadores del Lugo, más once guerreiros que nunca, mostraron todo aquello que no habían sacado durante la temporada. Los atenuantes a tanta efervescencia deben ser aplicados, por supuesto: ganas de agradar al nuevo jefe, rival de superior entidad y atención mediática superior a la habitual, pero lo que salió fue bueno. Muy bueno.

No hay que desinflar el ‘soufflé’

Cabe, no obstante, ser cauto con Monteagudo. Veníamos de una sima tan profunda que ahora tenemos un hype por encima de las nubes. El próximo partido de Liga, visitando a un Reus tan necesitado como nosotros, será el auténtico termómetro de lo profundo que ha sido, o va a ser, el cambio de banquillo. Evidentemente Monteagudo se equivocará en algún momento, tomará decisiones que no comprenderemos y perderemos partidos. Pero ahora mismo lo que pide el cuerpo es no desinflar el soufflé que sacó del horno ante el Levante. Donde antes cada partido de Liga se contemplaba como un suplicio ahora se espera con ilusión. Porque si algo ha traído Monteagudo en tan poco tiempo es ilusión. Desde el planteamiento valiente ante el Levante hasta las declaraciones en rueda de prensa, claras, concisas y de persona que al menos tiene una idea clara de lo que quiere hacer. Luego la pelota será la que decida, pero saber el camino que se quiere tomar ya es una ventaja.

Este arranque de campaña en lo deportivo ha exacerbado los errores que la institución pueda haber cometido en otros ámbitos

Sin embargo, y una vez explicitadas las cautelas, es sano que la parroquia albivermella vuelva a ilusionarse. Igual que cuando el equipo va bien los resultados tapan otras carencias del club, justo es reconocer, y yo el primero, que este ominoso arranque de campaña en lo deportivo ha exacerbado los errores que la institución pueda haber cometido en otros ámbitos. No se trata de hacer la vista gorda, ojo, que luego vendrán los de siempre con lo de palmeros por un lado y antis por el otro (el hito de que en Twitter el mismo día me tachasen de antiSaqués y palmero del presidente va a ser difícil de superar), pero sí creo que es el momento de cerrar filas y aprovechar las buenas vibraciones que ha traído consigo Monteagudo.

Me gustó ver cómo el Anxo Carro aplaudía y animaba a jugadores que hace apenas unos días eran poco menos que denostados como Azeez, que fue de los mejores , o Bernardo. Todos hemos caído en eso porque te enfadas, te frustras y tiras con bala rasa contra todo lo que se menea. Es hora de seguir siendo críticos, eso siempre, pero de modular también la esperanza que el cambio de entrenador ha traído al club. La era JLo ya pasó y lo que viene tiene mejor pinta, vamos a agarrarnos a ello y a empujar todos juntos, aunque los fieles del Anxo Carro no seamos tan bulliciosos como los del vecino Breo (que envidia lo del Bella Ciao, compadres), pero sí que somos agradecidos cuando vemos el esfuerzo de los nuestros. Pensemos que lo peor ya ha pasado y se hará realidad. No nos acordemos más de eso y hagamos como la canción reggaetonera, y si no me acuerdo no pasó. Adelante ahora.

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