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El Lugo a través de Escila y Caribdis

por Aarón Cabado Vázquez 22 octubre, 2018
Tiempo de lectura: 3 minutos

Ya estamos a finales de octubre. Se aproxima el frío, los días se acortan y, sin apenas habernos percatado de ello, ya se ha disputado un cuarto de temporada. Ha sido una decena de partidos en los que el Lugo se ha movido por los inseguros terrenos de la indefinición. Se percibe cierto nerviosismo entre el aficionado albivermello, no tanto por los resultados, que a efectos clasificatorios han sido aceptables, como por las formas.

Hemos visto distintas versiones del Lugo desde que empezó la temporada, y ninguna ha terminado de ser convincente. Javi López ha recogido el testigo de Francisco, que adoptó un estilo más ecléctico del que practicaron el Lugo de Setién, el de Milla y el de Luis César. Sin embargo, el equipo todavía está descubriendo su identidad. ¿A qué quiere jugar el Lugo? ¿Cuáles son las bases que rigen la cosmovisión futbolística de Javi López? Hasta ahora, es difícil dar una respuesta diáfana a estas cuestiones.

La raíz de esta indefinición emerge de una evidencia: cuando se potencian las virtudes de una línea del equipo, se muestran las carencias de otra. El Lugo no puede ser —ni nadie debe esperar que pueda serlo— un equipo perfecto, que domine todas y cada una de las facetas del juego. En ocasiones debe escoger dónde y cuándo arriesgar y dónde y cuándo comportarse de un modo más conservador.

La situación recuerda a cierto pasaje de la Odisea en el que Ulises y sus compañeros deben atravesar un estrecho flanqueado por dos monstruos. En un lado está Caribdis, un ser que absorbe el océano, provocando un torbellino y engullendo cualquier barco que pase. Al otro lado está Escila, un animal inmortal de seis cabezas. Cuando una nave pase junto a Escila, cada una de las cabezas devora inevitablemente a un tripulante.

Ante esta disyuntiva, Ulises opta por la opción inteligente: si se aproxima a Caribdis, morirán todos, pero si pasa junto a Escila solo perecerán seis. Así, decide sacrificar a media docena de compañeros y el resto siguen el viaje. No existe una solución perfecta, por lo que el héroe griego elige la menos mala.

De regreso al siglo XXI. En los primeros compases de la temporada, el Lugo presentó una preocupante fragilidad defensiva. Ante Granada, Numancia, Majadahonda y Oviedo, los albivermellos se acostumbraron a conceder goles tras pérdidas en zonas peligrosas, algo que Javi López quiso evitar en Zaragoza, alineando un bloque bajo y buscando golpear a la contra. El experimento fue muy positivo: el Lugo desconectó a los maños, robó innumerables balones y generó peligro al espacio. En los siguientes partidos, el técnico catalán incidió en esta idea: anteponer la estabilidad defensiva para conseguir que el Lugo fuese un equipo equilibrado. Ante Mallorca y Tenerife funcionó relativamente bien, contra el Elche naufragó estrepitosamente.

Contra el Nástic, Javi López optó por un 4-3-3 para buscar mayor fluidez en la zona de creación y tuvo más dominio, pero en la primera parte faltó todo lo demás: profundidad, capacidad para asociarse y movilidad por delante. En la segunda mitad sí vimos un Lugo distinto, más aguerrido, más valiente. Los lucenses dieron un pase adelante y la afición disfrutó. Se crearon ocasiones de sobra para sentenciar, pero no se sentenció, y ahí apareció Escila, o Caribdis, que para el caso es lo mismo: el Lugo jugó mejor, pero también concedió más espacios. Manu del Moral tuvo un remate a medio metro de la portería y Albentosa falló un cabezazo en el tiempo de añadido, cuando estaba en disposición de marcar.

Podemos decir que el Lugo tuvo mala suerte, pero también podemos decir que tuvo suerte. El resultadismo es peligroso: ni la victoria en Zaragoza significó que la clave fuese meterse atrás ni el triunfo ante el Nástic pone de manifiesto que haya que buscar partidos abiertos. Si el fútbol lo hubiese inventado Homero, habría una Escila y un Caribdis, pero no las hay. En el fútbol, por mucho que a veces nos empeñemos en asegurar lo contrario, nunca hay conclusiones ni moralejas, solo victorias y derrotas. El Lugo navega y de momento sigue flotando, rumbo a una Ítaca que todavía está muy lejos.

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