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Héroes: Terapia con Quique Setién

por Denís Iglesias 2 mayo, 2018
Tiempo de lectura: 5 minutos

El documental Héroes, que narra el ascenso del Lugo en el Carranza, es la aventura más apasionante en la que nos hemos metido las tres patas de un banco que así se mantiene erguido. Afrontada con capital propio, comiéndole muchas horas al tiempo libre y exprimiendo hasta la saciedad el Peugeot de Borja García. Y tirando de las cámaras de Xabi Piñeiro. Todo propio, hasta las ganas. Pese a todas esas buenas intenciones, cada entrevista es un mundo. Por muy buena predisposición que uno tenga, el día puede torcerse y terminar con una escena mal iluminada, un cuestionario repetitivo o cualquier otra circunstancia que vuelva pesados todos los kilómetros que llevamos encima. Por el momento, algún tipo de deidad cuyo origen desconocemos nos está protegiendo y lo que podría ser, desde fuera, un proyecto audiovisual, se ha convertido en un peregrinaje. En una forma de revisitar nuestro propio pasado.

A pesar de que todo va rodado, nacemos en cada entrevista. Una de las que estaban marcadas en rojo era sin duda la de Quique Setién, pastor de aquel rebaño que fue legión. Uno de los protagonistas principales de una trama que se va enrevesando con el paso de los protagonistas. Debido a nuestra disponibilidad precaria y a que no podemos dejar de lado los compromisos profesionales que sí nos dan de comer, cuadramos el calendario como podemos. La visita al cántabro tuvo que ser en uno de los momentos más delicados en su primer año en el Real Betis, que ha terminado de dulce con la clasificación para Europa cinco años después.

Era diciembre, 14ª jornada en Primera División. El conjunto verdiblanco venía de perder con la UD Las Palmas (que ya estaba en zona de descenso) por 1-0. A esto había que unirle el descalabro en Copa del Rey contra el Cádiz de Segunda División, que el equipo no ganaba desde la jornada 9, que había encajado una goleada ante el Eibar (5-0)… La tensión era evidente. Y más en una ciudad en la que se vive el fútbol de modo tan intenso como Sevilla. En la que si ganas eres un candidato al Nobel, pero si pierdes te conviertes en el causante de todos los males socioeconómicos. “Te cuesta hasta salir a la calle”, reconocía David de Coz, otro ex rojiblanco al que entrevistamos antes que Setién. Lo hicimos en calidad de jugador del Cádiz que vivió el ascenso en su contra, aunque después disfrutó de las bondades de lo conseguido cuando fichó por el CD Lugo.

“¿Me pongo la camiseta del CD Lugo?”

El Real Betis jugaba el domingo, 10 de diciembre, contra el Atlético de Madrid, tercer clasificado. Los béticos eran por aquel entonces undécimos. Quizás no era el mejor momento para inducir a una persona como Setién a recordar un paso que sí, le pertenecía, pero no le sacaría de los problemas que tenía en esos momentos. La negatividad se fue de un plumazo en cuanto el entrenador entró en la sala del hotel que nos habían dejado para tal menester. Sin ser yo un místico y más bien tendiente al ateísmo, nada más verle noté cómo un aura le rodeaba. “¿Me pongo la camiseta del CD Lugo?”, nos dijo nada más vernos, a pesar de que llevaba el chándal oficial del Real Betis con sus iniciales bordadas.

Setién, tras clasificar al Real Betis para Europa: “Recuerdo el reconocimiento del año que no ascendimos en Lugo. Fue algo inolvidable”

Aquella experiencia iba a ser un ejercicio de psicoanálisis, para él y para nosotros. Terapia que consiste sólo en hablar y sacar todo lo que uno lleva dentro. Setién porta en su mente una radiografía de lo que vivió en Lugo y eso le sirve para avanzar.  Sólo así se explica que en la rueda de prensa que dio tras conseguir la clasificación para Europa con el Real Betis se acordara de la parroquia rojiblanca. “¿Es este el momento más feliz de su carrera?”. No, no lo era. Setién verbalizó su salida a hombros en el ascenso frustrado de la temporada de la temporada 2010/2011. Cuando la afición rojiblanca supo valorar el esfuerzo hecho por los jugadores y el técnico. Ellos elaboraron una marca de autor y un estilo de juego que aún nos persigue, aunque el club actual nada o poco tenga que ver con aquello. El comandante de aquella tropa reconoció en aquella derrota el inicio del ascenso alcanzado un año después.

 

Setién entiende el fútbol como un reconocimiento pedagógico. Más allá de los títulos y de los resultados, que convierten a este deporte de masas en un producto pasteurizado en uno sólo puede disfrutar si gana. Después sólo valdrá golear. Y finalmente sólo conseguir todos los títulos. Otra forma más de capitalismo que nos lleva a una espiral sin sentido ni corazón. “Yo debería haber sido entrenador de niños”, reconoció el cántabro. Cuestionado sobre ese estilo tan suyo de entender el fútbol, basado en la posesión, respondió con firmeza: “Cuando empiezas a jugar al fútbol lo único que quieres es tener la pelota. Quieres dominarla y estar siempre en contacto con ella. ¿Por qué no querrías hacer eso durante toda tu vida?”.

La peor noche de su vida

Esa lealtad a unos principios le ha costado más de un disgusto. Algunos aficionados y directivos no entienden que para poner hacer entender a toda una plantilla este modus operandi se necesita tiempo. “Tengo una plantilla magnífica, pero algunos están haciendo ejercicios que nunca habían hecho antes”. Como niños, que es lo que son la mayor parte de los jugadores de élite. Los mismos que caen en un mundo que puede devorarlos si no tienen la confianza suficiente. Todo el que ha confiado de verdad en Setién a lo largo de estos años ha recibido al final su recompensa. El CD Lugo nunca ha vuelto a jugar como bajo su batuta. Un espectáculo reposado de toque y confección que enganchó a muchos aficionados, que, sin necesidad de llevarse los tres puntos, sí reconocían a su equipo. Esa autorreferencia es fundamental para crear núcleo y masa social.

Setién contradijo otro punto del relato oficial de una celebración y los primeros a los que citó fueron a los jugadores del Real Betis que no estuvieron en el partido ante el Málaga. Los ausentes son tan importantes como los protagonistas, porque unos y otros alternan sus roles. De ahí que congenie mal con las estrellitas o con los egos desmesurados y, sin embargo, es capaz de sacar lo mejor de jugadores modestos pero esforzados, como ocurrió en sus años en Lugo. Ningún Héroe del Carranza tiene una mala palabra de él a pesar de su fuerte personalidad. La misma que nos ha llevado, tras un partido irregular, a dudar de él. Pero, perdóname señor si alguna vez he dudado.

Como un padre. “No pude disfrutar plenamente del ascenso. Nada más conseguirlo sabía que tenía que decidir qué jugadores seguirían y cuáles no. Fue la peor noche de mi vida. Pero el club estaba por encima de todo y era necesario”. La crueldad de esta aseveración nos hizo llorar. La lágrima siguió en nuestros rostros y aquello se convirtió en una sucesión de confesiones que cambiaron nuestra forma de ver este deporte. Nunca llegaremos a ser conscientes del legado que dejaron aquellos Héroes, encabezados por Setién. Gracias, usado como apósito casi siempre, es junto a la figura de este técnico mayúsculo como un mínimo detalle. Alguien que conquistará el cielo y seguirá viendo desde él la Muralla y el Carranza que nos puso en un mapa que ni siquiera nos pertenecía.

Foto principal: Borja García.

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