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018, el número de asistencia rojiblanca

por Denís Iglesias 18 octubre, 2017
Tiempo de lectura: 5 minutos

La mirada del aficionado del CD Lugo se ha vuelto pendular este año. Rompe la dinámica de épocas pretéritas, donde los ojos eran ratoneros. Iban a ras de suelo para adivinar el camino de la pelota que movían los jugadores a las órdenes de Quique Setién. Aunque en la cadena genética del equipo siguen rescoldos del viejo toque y confección, el equipo que se ha aupado al coliderato de Segunda tras las diez primeras jornadas es más un cañonero torpedero: 229 centros que le convierten en el tercer equipo de la categoría en este apartado; 55 de ellos buenos, que le hacen ser el segundo conjunto en este punto.

Tanta bala al aire se ha traducido en nueve goles, que sitúan al Lugo con uno de los porcentajes de acierto a gol más bajos, pero que, sin embargo, se ha traducido en uno de los mayores réditos de goles por puntos. El conjunto de Francisco es el equipo entre los diez primeros que menos dianas ha anotado. Por insistencia no ha de ser.

Tres asistencias en 100 minutos

Pero hay un hombre que destroza estos números: Nicolás Albarracín. El extremo uruguayo, cedido por Peñarol, es el máximo asistente del equipo. Tres pases de gol que ha dado en apenas 108 minutos repartidos en seis partidos ligueros. El primero llegó en su partido de debut, ante el Real Zaragoza, poco más de una semana después de su presentación como jugador rojiblanco. Tardó menos de quince minutos en bombear un centro desde la izquierda para que Iriome anotara el gol de la victoria.

Menos necesitó para erguir un córner a la jornada siguiente en el Mini Estadi, que peinó otra vez Iriome con acierto. Nueva asistencia y nueva remontada en los instantes finales propiciada por un Albarracín que llevaba menos de cinco minutos en el campo. El último pase de gol lo clavó el extremo izquierdo uruguayo ante el Alcorcón. Desde los tres cuartos engarzó una rosca para la cabeza de Ignasi Miquel que volvió a suponer tres puntos.

Albarracín se ha convertido en una herramienta ganadora sin auparse a la titularidad, por detrás de Fede Vico o Antonio Campillo en el flanco zurdo. “Es un futbolista de carácter disciplinado, aplicado a las peticiones del entrenador. No es brusco pero sí es táctico a la hora de seguir a los laterales cuando su equipo no tiene la pelota”, comenta Wilson Méndez, periodista uruguayo de PadreyDecano, medio especializado en la información de Peñarol, el club al que pertenece el extremo del Lugo.

Nicolás Albarracín, el ‘018’ del Lugo, la llamada de emergencias del CD Lugo en este inicio de temporada, se formó en las categorías inferiores de Montevideo Wanderers, recuerda Méndez, cuna de históricos del fútbol charrúa como Obdulio Varela, capitán de la selección de Uruguay que protagonizó el Maracanazo en Brasil 1950; o del Príncipe Enzo Francescoli, un virguero que se paseó con la pelota por River Plate y Europa.

Nicolás Albarracín, antes de asestar el centro que cabeceó Ignasi Miquel en Alcorcón | Foto: Xabi Piñeiro – LGV.

Sin espacio en Peñarol

El actual jugador del CD Lugo obtuvo con Montevideo Wanderers el Torneo Clausura 2014. Debutó con los bohemios en 2010, todavía en edad juvenil. En 2014 ya tuvo su primera experiencia en el fútbol europeo, en el Spezia de la Serie B italiano. “Después pasó a Peñarol, la entidad más laureada de Uruguay, y obtuvo el campeonato número 50 con los carboneros. La última temporada estuvo cedido en el Deportivo Cali de Colombia (equipo del ex rojiblanco Brayan Perea)”, relata Méndez. Éste explica que Peñarol decidió cederlo esta temporada tras contratar a jugadores de experiencia internacional para su puesto como Cristian Cebolla Rodríguez o el argentino Maxi Rodríguez. Ambos mundialistas y con pasado en el Atlético de Madrid.

El doble objetivo para el Albarracín ‘europeo’: crecer tácticamente y encontrar un escaparate para un traspaso

El periodista uruguayo considera que la Segunda División puede ser importante para Albarracín por su “exigencia a nivel futbolístico, que le obligará a desarrollar al máximo sus cualidades si es que quiere mantenerse en el Viejo Continente”. Esta respuesta abre la puerta a las múltiples intenciones que Peñarol tiene con este fichaje: “Por un lado, espera que retorne de España con nuevos argumentos tácticos, algo que siempre adquieren los uruguayos que pasan por la madre patria, o que la vidriera europea lo catapulte para poder ser negociado con otro club”.

Albarracín es un piso más de una pequeña Torre de Babel de un CD Lugo que con el paso de las temporadas en Segunda División se ha abierto al exterior. Existe otro antecedente de jugador uruguayo rojiblanco, al menos, hasta donde nuestra memoria alcanza. Se trata de Sebastián Trigo, máximo goleador con 13 tantos de la plantilla que descendió a Tercera en la 2002/2003. No han pasado ni quince años y qué tesitura tan opuesta vive hoy el equipo lucense.

Nicolás Albarracín, junto a Víctor Moreno, director deportivo del CD Lugo, durante la presentación su presentación | Foto: CD Lugo.

Nicolás Albarracín, junto a Víctor Moreno, director deportivo del CD Lugo, durante la presentación su presentación | Foto: CD Lugo.

“Para un uruguayo lo único recreativo es ganar”

Albarracín y Trigo son uno de los cien mil hijos del fútbol uruguayo que están diseminados por el planeta. Un país que no alcanza los 3,5 millones de habitantes pero que conquistado todas las regiones del planeta con un balón. Un colonialismo que Méndez achaca “a la amalgama de pueblos de todo el mundo a finales del siglo XIX y principios del XX”. El país contaba con descendientes de españoles, que sumados a italianos, ingleses, escoceses, alemanes o colectividades de negros africanos “se unificó a través del juego de los ingleses locos”.

“El uruguayo que nace es jugador de fútbol, sino llega a Primera se dedica a otro oficio como doctor, abogado…”

“Rápidamente el fútbol se transformó en el divertimento del pueblo oriental que ha formado su identidad en los campos de fútbol. Esto significa que cada uruguayo que nace es jugador de fútbol, si no llega a la Primera División se dedica a otro oficio: doctor, abogado, artista, chofer, cocinero…”, argumenta el periodista de PadreyDecano, medio de un país donde la cultura es el fútbol. “Parte de la formación en otros países a nivel futbolístico comienza con el deporte como una acción recreativa. En Uruguay lo único recreativo es ganar, desde niños los orientales tienen una exigencia nada más pisan la cancha de fútbol: vencer. Puede leerse como mucha presión para un pequeño, pero es clave para que los jóvenes futbolistas de este lugar del mundo lleguen a Primera División con sed de triunfos, y cuando se consiguen las victorias se buscan más”, sentencia.

Esta fórmula bendita del éxito uruguayo de la que el Lugo puede aprovecharse este año con Albarracín, quien, a tenor de sus primeros partidos, parece dispuesto a arrojarse él mismo con la pelota con tal de provocar la victoria de los suyos. Así es más fácil entender la promesa que Albarracín dijo en su presentación: “Vengo a ayudar a ascender al Lugo”, una cita irónica o inconsciente para algunos, pero que se entiende a la perfección tras la explicación de Wilson Méndez del mecanismo de victoria o muerte del jugador uruguayo, que ha convertido su dorsal, el 18, en el número de asistencia del CD Lugo para las situaciones de emergencia.

Foto principal: Xabi Piñeiro

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