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Tiempos nuevos, tiempos salvajes

por Denís Iglesias 25 octubre, 2017
Tangana que se produjo al final del Valladolid - Lugo Foto: LFP.
Tiempo de lectura: 6 minutos

En cada territorio con más o menos entidad propia hay un enclave que genera discordia. Andalucía se estructura en base al aborrecimiento que provoca Sevilla. Algo semejante sucede en Galicia cuando se posa la vista sobre Coruña. En Castilla y León, la pica del hartazgo se clava en Valladolid. Puede que estos odios localistas no tengan fundamento y partan de un estereotipo o de una competencia atribuida por las instituciones, pero sirven para vertebrar tanto o más que el amor propio.

Castilla y León es en sí mismo un constructo irracional. La conjunción copulativa que contiene esta Comunidad evidencia el pegote de un invento castellano y leonés en el que Valladolid ejerce pobremente de punto neurálgico, por lo menos de la primera parte. Puede ser de facto la capital pero no lo es de iure. Lo que es indefectible es su carácter propio.

Cristian Herrera se desquitó de su sequía con su primer gol esta temporada | Foto: LFP.

Cristian Herrera se desquitó de su sequía con su primer gol esta temporada | Foto: LFP.

Son tres las visitas consecutivas que LUGOSLAVIA lleva a Valladolid. De ellas se desprende un sentimiento común: la seriedad y la ritualidad con la que se desplazan sus gentes, como si fueran las agujas de un viejo reloj. La baraja de personajes de la señorial ciudad se alineó el pasado fin de semana con la celebración del centenario de la patrona de la ciudad, la Virgen de San Lorenzo.

El ciclo de la vida del mejillón: nace en Galicia y se convierte en una especialidad en Valladolid, como la sepia

Esta festividad despojó las cantinas cercanas a la Plaza Mayor de nativos, algo que fue aprovechado por los desplazados lucenses para aprovisionarse de víveres (pudimos descubrir el extraño ciclo de la vida del mejillón -también la sepia-, que nace en las bateas gallegas para acabar como una especialidad en Pucela, bastante buena, todo sea dicho). 

‘El Largo Adiós’ que evita despegar etiquetas

Con el trago y el pincho en la boca, el aficionado rojiblanco pudo ver el aire casi marcial con el que las familias se concentraron para honrar a su icono religioso. Para algunos esto puede ser un fleco de lo que se ha dado en llamar Fachadolid.

La ciudad arrastra este sobrenombre desde el atentado contra el Café Largo Adiós en enero de 1981 perpetrado por varios ultraderechistas, aún menores de edad, entre los que se encontraba Alfonso Milans del Bosch, sobrino del teniente general que semanas después participó en el 23-F. De nada sirve que tenga un alcalde socialista, que la Seminci (la semana internacional del cine, que también se celebra por estas fechas) haya programado ciclos de cine indígena o que las columnas figuren llenas de pegatinas contra el fascismo y el racismo, la etiqueta, injusta, sigue vigente. 

La historia evidencia que el Real Valladolid es un equipo de Primera

Tampoco ha influido que el boliviano Peña sea uno de los jugadores con más partidos en el Real Valladolid, un club que también guarda cierto aire aristocrático. La historia avala su condición como equipo de Primera. Es la categoría en la que más temporadas ha militado: 42 frente a las 35 de Segunda y unas 10 en la vieja Tercera, según datos de BDFutbol. Del neoinvento de la Segunda División B, un cepo terrible para los históricos, no ha querido hablar todavía. A esto únanle títulos como una Copa de la Liga o que están pasando su mayor período en Segunda para entender la idiosincrasia de un club, que como otros de antigua solera, no se toma de muy buen agrado la irrupción de nuevos actores como el CD Lugo en la cada vez más repartida tarta de Segunda.

 

Es difícil ver un feudo sin representación rojiblanca en las gradas | Foto: LFP.

Es difícil ver un feudo sin representación rojiblanca en las gradas | Foto: LFP.

Fin al turismo futbolístico

Pero el Lugo de este año parece dispuesto a subvertir cualquier orden establecido. Y de la peor de las maneras: por la fuerza y el orgullo. Hasta no hace tantas temporadas el equipo rojiblanco creaba simpatías por toda la geografía. Su juego vistoso y, sobre todo, su falta de objetivos durante gran parte de la temporada generaban un halo reforzado por otros elementos como la camiseta de la cerveza. Contribuía de igual modo ese precinto de inocencia que se nos adjudica a los gallegos, del que nos deshacemos cuando alcanzamos cuotas de poder suficientes con el trabajo exiliado para que se nos considere unos hijos de puta con todas las de la ley pero con el mismo acento.

Antes era frecuente que a uno le revisaran de arriba a abajo para entender los colores y las siglas. La situación ha cambiado y cuando no, sucede esto. Un señor, algo desorientado, me cogió por el brazo para preguntarme por la hora del partido. Lo hizo pensando que era un aficionado del Real Valladolid al que Micolor le había jugado una mala pasada. Le respondí gentilmente a su petición, pero apostillé que era del Lugo. Su gesto cambió al instante, me agarró fuerte el brazo y espetó entre la presbicia: “Os vamos a ganar”. Antes de entrar a Zorrilla, un niño agarró a su padre del brazo, entre la timidez y la curiosidad, y señaló a un grupo: “Estos son los del Lugo…”, dijo preocupado. No por la violencia que pudiera infundir el séquito, habitantes de taberna como casi todos nosotros, sino por la presencia de una afición que no se plantea ya los viajes como mero turismo.

Diálogo de sordos entre Francisco y el asistente de Arcediano Monescillo | Foto: LFP.

Diálogo de sordos entre Francisco y el asistente de Arcediano Monescillo | Foto: LFP.

Son seis temporadas consecutivas en Segunda y los campos nos los conocemos. La curiosidad se ha tornado en ambición. Aunque nos encante ir de señoritos romanos en el Arde Lucus, en la grada y en el campo nos hemos tornado en bárbaros que aman el barro. Nunca vamos a ser el séquito más organizado. Ni siquiera conseguimos mantener el mismo compás en los cánticos, pero es rara la vez que viajemos en el silencio.

“Sucios”. “No jugáis a nada”. “Injusto empate”. “Leñeros”. Estos fueron algunos de los adjetivos con los que algunos -repetimos, algunos- aficionados se refirieron a los hombres de Francisco en un partido marcado por la actuación arbitral de Arcediano Monescillo. Ni que fuéramos un equipo de Bordalás. Estos mismos epítetos eran los que pronunciábamos no hace tanto, cuando raseábamos el balón y dejábamos escapar puntos en los últimos minutos. Las tornas han cambiado y ahora toca convivir con el escudo del pragmatismo, una forma tan válida en este deporte como de los danzarines del toque fino. Eso sí, genera más animadversión. 

Luis César, la amnesia del descreído

Zorrilla no entendió cómo unos vándalos pusieron patas arriba el perfecto circo que estaba planeado en el día de su patrona, como colofón a un domingo de tradiciones. Sólo habían visto escapar tres puntos en la primera jornada. Un entremés cualquiera perpetrado por un filial, el Barcelona B. Duele bastante menos que irse con un 0-2 al descanso y “25 ocasiones”, según afirmó Luis César, quien parece que nunca había pasado por Lugo a tenor de su rueda de prensa posterior. El vilagarcián actuó como un divorciado rencoroso.

Luis César haciendo ejercicios de aerobic en la banda | Foto: LFP.

Luis César haciendo ejercicios de aerobic en la banda | Foto: LFP.

“Sin mí nunca serás nada”, dijo al cerrar la puerta en verano y el domingo el nordés le sacudió todas las puertas de su mansión. Se fue para mejorar y por ahora no encuentra su pasado club en el retrovisor. Pero todavía piensa que es una ilusión óptica, como su capacidad para ganar en la derrota, de la que tan profeta es. 

Los árbitros están desposeyendo al VAR de su verdadera acepción

El derecho romano está mucho más avanzado que el arbitraje. Actuaciones como la de Arcediano Monescillo hacen que VAR tenga un significado alternativo a la mayor construcción social contemporánea, el bar, un templo que se incendia con justicia como la impartida en Valladolid. Cuando Vero y Prisco (protagonistas del primer combate entre gladiadores del actual Coliseo Romano), encarnados por Polaco y Herrera, parecían haber tumbado en la arena a las huestes vallisoletanas apareció un colegiado más propio de una pelea de Wrestling para castigar hasta la curvatura del balón.

Estar arriba y seguir sumando le permite a uno tomarse con filosofía dos penaltis en contra y una expulsión. Porque detrás de la numerología existe un equipo de calle sin ninguna individualidad más allá de un Juan Carlos que merece una estatua en lo más alto de la ciudad. El Lugo ha dejado de ser un niño tutelado y se ha vuelto un peligroso competidor que ha enturbiado los cenáculos de los históricos. Si antes uno se desanudaba la bufanda tras los partidos hoy la estira para que se vea hasta en la sede de la LFP. Nuevos tiempos, tiempos salvajes, como dirían Ilegales. 

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