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David Ferreiro: parecía que sí

por Xabier Piñeiro Neira 25 mayo, 2017
Tiempo de lectura: 2 minutos

La de David Ferreiro y el Lugo es una historia de amor platónico que acabó como debería: en desamor. Uno de los últimos ídolos silenciosos de la grada del Anxo Carro puso rumbo a Huesca cuando ya no parecía tener hueco en los planes de la nueva dirección deportiva.

A sus espaldas dejó la duda eterna del qué podría haber sido si su explosividad saliendo del banquillo hubiese terminado de demostrarse en cifras y rendimiento. 2 goles en 2 temporadas, en apenas 4000 minutos de juego, no fueron suficientes para ganarse un merecido puesto de honor en el cuadro rojiblanco.

En Huesca, Ferreiro parece haber encontrado la estabilidad y la confianza que se le negó durante gran parte de su carrera, con una evolución tardía que le lleva ahora, a sus 28 años de edad, a convertirse en uno de los pilares de un equipo que aspira a lo máximo en la categoría de plata. 5 goles y 2 asistencias le avalan. Junto a David López, serán las dos caras conocidas que los lucenses se encuentren en el próximo partido.

Tenemos que remontarnos a 2007 para encontrar las primeras relaciones entre Ferreiro y el Lugo. Criado en el Pabellón (categorías inferiores del Ourense), aquella temporada 2007-2008 fue la de su debut con el primer equipo, en la Segunda “B”, disputando un par de partidos ya con todo resuelto. En aquel plantel estaba un joven, suizo de nacimiento, al que conocemos bien. Manuel Morgade jugaba por aquel entonces en el ataque, por el lado izquierdo. Solo coincidieron sobre el campo en un choque contra el Pájara Playas.

Se volverían a ver las caras años después en aquella histórica eliminatoria de ascenso a Segunda División contra el Cádiz. En esa ocasión, Manu fue el encargado de defender a Ferreiro y secarle durante los dos partidos. Más tarde compartirían equipo. El resto es historia.

A Lugo, Ferreiro vino con pedigrí de jugador importante y la misión de convertirse en un referente a corto y medio plazo. El fútbol, como casi siempre, puso las cosas en su sitio y a David, en este caso, en el banquillo en más partidos de los que probablemente tenía pensado cuando llegó.

Utilizado principalmente como revulsivo, el rol del ourensano se limitó a abrir partidos cerrados y dinamitarlos en las segundas partes. Exceso de regates y jugadas terminadas en ninguna parte enloquecían y desesperaban a partes iguales a una afición falta de nuevos iconos a los que admirar.

Siguen escuchándose a lo lejos las voces que reclaman que Ferreiro nunca debería haberse ido de Lugo, pero la realidad es otra. La nostalgia suele llorar por lo bueno y olvidar lo malo. No es sano.

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