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El síndrome de los ‘playoffs’

por Denís Iglesias 4 mayo, 2017
Iriome pelea un partido contra el Girona | Foto: LFP.
Tiempo de lectura: 3 minutos

Lo peor que le puede pasar a un equipo de fútbol a estas alturas de la temporada es no tener objetivos. Da igual que la pugna sea por el ascenso o por el descenso. Es el único modo de fidelizar, arengar o conservar a su masa social. Tras la derrota ante el Girona, el Lugo ha recibido la bienvenida a Degüelto, como entonan los Koma, “la ciudad de los estómagos vacíos, el destierro clandestino”.

Siete puntos por encima del descenso y a siete del ascenso, una tierra quemada que puede resultar descorazonadora. Hasta el pasado domingo, la visión mayoritaria era frontal. La promoción, por mera matemática, se metió en todas las tertulias. El discurso ha cambiado en parte de la afición, que ve de reojo la zona baja cuando todavía quedan seis partidos, 18 puntos en juego. A pesar de lo claras que fueron las dos últimas derrotas, la retórica oficial no ha cambiado.

Las dos comparecencias de esta semana son el vivo ejemplo. Para Damià Sabater “no todo está perdido”. Lo dice un jugador cedido, cuyo futuro está por naturaleza fuera de Lugo a final de temporada. Iriome, uno de los que más kilómetros acumula con la rojiblanca, tampoco mudó el estilo este jueves:  “Nuestra meta es estar arriba, en la posición que buscamos y que, aunque es difícil, creo que la podemos alcanzar”.

Donde se pone el ojo, no va la bala

Cuanto más se repite lo de la “última bala”, más se aleja el equipo de un objetivo para el que no parece preparado, a tenor de los últimos partidos. El Lugo no ha podido con equipos que vienen de abajo con una buena dinámica. Tampoco con los que están arriba en una racha complicada como el Girona.

El síndrome de los playoffs es psicológico y físico, falla la concentración y el físico. Las palabras no vienen acompañadas de hechos y la permanencia todavía no es una realidad. La siguiente parada en el camino no es halagüeña. Frente al Tenerife, el Lugo cuajó esta temporada dos de sus peores partidos. Apagó, si es que había tenido tiempo de encenderlo, el sueño de la Copa. Una derrota rebozada de imprecisiones atrás, las mismas que están lastrando al equipo en este final de temporada. Aquel partido lo jugaron Lionel Enguene y Brayan Perea, dos jugadores (ambos fichajes de última hora del ya liquidado Emilio de Dios) que no han aportado nada.

El Lugo no ocupa puestos de playoffs desde la jornada 24

El Lugo no ocupa puestos de playoffs desde la jornada 24, cuando derrotó al Córdoba por 1-0. A partir de ahí, un tira y afloja que dibuja una segunda vuelta muy diferente a la primera, en la que el equipo llegó a ocupar puestos de ascenso directo durante varias semanas. Demasiado pronto, cierto, pero cuando la meta de la promoción no asomaba ni en la oratoria de los más optimistas. La salida precipitada de Pedraza, la falta de una segunda unidad en condiciones o los derrapes tácticos en algún partido han subrayado el carácter de equipo de medias tintas del Lugo.

Por desgracia para los que abrazan la resignación y acatan la realidad de “estamos donde podemos”, “tenemos que crecer poco a poco”, un equipo de similares características cuaja un retrato revelación. Este año, el papel le ha correspondido a la SD Huesca. El cuadro oscense reclama un lugar en el Olimpo de Primera tras una temporada espectacular en la que la regularidad ha sido su mejor aliado. No ha necesitado estrellas trasnochadas o giros invernales, ha tirado de estabilidad y equilibrio en todas las líneas. Con jugadores como David Ferreiro, ex del Lugo, al frente de un barco bien armado por Anquela. Píldoras de felicidad para una ciudad pequeña entregada a su equipo. Mientras tanto, a las orillas del Miño, sólo queda el placebo agradecido de disfrutar de fútbol profesional.

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