La vida moderna se divide entre lo que es mainstream y lo que no. Entre lo que está de moda y lo que no, hablando en términos desfasados. Nada se salva, ni las religiones. Que Dios nos pillase confesados era todavía una de las mayores preocupaciones del convulso siglo XX. La existencia se determina ahora por el karma, que queda mucho más sofisticado y no requiere estudiar versículos. Esta creencia, incluida en la religión budista y en el hinduismo, se simplifica así: si haces algo bueno, te pasarán cosas buenas; si haces algo malo, te pasarán cosas malas. La reacción se genera como una ley de la naturaleza, tal que la gravedad, sin ninguna deidad que la controle.
Pues en la sociedad del karma, al Lugo le ha tocado ser un hijo de puta. O eso desprende de lo que padece un equipo al que le penalizan los fallos propios y que jornada tras jornada es fiscalizado por los jinetes del apocalipsis futbolero, los árbitros. Como si tuviera antecentes, esta suerte de jueces volvieron a poner en vilo a la afición rojiblanca ante el UCAM Murcia. Porque como casi siempre, sin deleitar, el Lugo llegó al final del encuentro en La Condomina con los deberes a medio hacer.
Tampoco hizo más méritos su rival, el alumno aventajado del fútbol negocio, que no consigue que un estadio parezca un estadio, pero que sabe las reglas de este deporte. Ah, y también las triquiñuelas. Collantes, perro viejo en esta categoría, salió de la buhardilla en los últimos instantes del partido para caracolear, tropezar consigo mismo y ganar un penalti a favor. El Lugo iba a salir condenado otra vez por el destino, con el que juega a meter la bola del ocho.
José Juan paró el sexto penalti en contra del Lugo esta temporada
Pero entonces surgió un profeta anunciado en las santas escrituras del Lugo. Al tercer día después de cumplir los 37 años llegará un hombre, con alma de felino, para volver a abrir las aguas de las victorias extramuros. Se llamará José Juan Figueras. Extenderá su brazo incorrupto y escribirá una línea más en su obra de entrega a la causa rojiblanca. Y es que los hijos de puta sólo podían ganar con un penalti atajado por un antihéroe del fútbol como José Juan.


José Juan no murió por nosotros en la cruz, pero casi | Foto: LFP.
A ojos de la maquinaria de las botas de colores, los cubos de gomina y los sponsors transoceánicos, el meta vigués ha de ser también un bastardo. Antes, raparse o ser calvo (y feo) no te impedía ser un jugador destacado: Gravesen, De la Peña, Dertycia, Stam, Barthez, Onopko… Por eso debió la Liga 1,2,3 -o como demonios se llame- ignorar en su resumen la engañosa acción que desembocó el penalti y la consiguiente parada. José Juan no da bien en pantalla. Pero es que todo sea dicho, el fútbol de Segunda tiene menos presencia en algunos soportes que UPyD, como si fuera pornografía…
Pedraza ‘premium’
La virulencia de la estética hace de los jugadores más jóvenes un vivero para estrellas del pop. Tatuados hasta la úvula, ese aspecto de pandillero no se traduce en una actitud valiente en el campo. Nada que ver con Pedraza, un delfín que en un partido embarrado tuvo el arrojo canalla de sacar al Lugo del fango del error de cada día. Esta vez llevó la sombra de Seoane, otras veces quitamiedos. El karma, el karma…
El fallo vino condicionado por un dubitativo Carlos Hernández, al que Luis César debería coger de la pechera para hacerle recordar su brillante pasada temporada, a ver si así es capaz de recuperar la confianza perdida. Aunque docto en fútbol, el de Vilagarcía no parece el motivador más eufórico. Esta semana hablaba del estado de negatividad en el que tiende a sumirse el equipo tras estos fallos. No es para menos.
Pedraza es el segundo goleador del equipo con cinco tantos
Uno de tantos precisos análisis a los que en ocasiones les falta un punto de acción. Esta vez sí le salió el plan de cambios. Dio entrada a Caballero y dejó a Perea en el ostracismo. Introducir al delantero colombiano, otra vez, fuera de su hábitat (en la banda) ante el Tenerife, le costó pitos en su contra. Mantuvo en cambio a Pedraza durante más tiempo del habitual. En las botas de este caudillo en potencia, a veces avasallador con el balón, nació el gol decisivo.
La primera diana del cordobés fue un ejercicio de violencia estructural contra cinco rivales. Pudo salir terriblemente mal, porque en su vocación por ir en línea recta hacia la portería no se percató de la incorporación de Joselu por la izquierda. El cordobés fue por el callejón, se encontró con cinco matones y en vez de pedir un uno para uno en un combate de resistencia, dio un gancho y todos cayeron en un efecto dominó. Joselu bajó los brazos tras ver entrar el balón después de ser desviado por Fran Pérez. El suyo fue un alivio contenido. Como el de un padre.
Cuando la turbia inquietud acechaba, Pedraza sacó el trapo y la lejía para limpiar el miedo escénico del Lugo en la segunda parte. Un tiro rabioso y su quinto tanto de la temporada, que decantó el partido en el tramo final. Explotó en la celebración, con actitud punk que silenció más aún al público en estado de vibración que pasea por La Condomina. El marcador se engatilló, al fin, para un Lugo que tuvo que oír en su cabeza el sonido del palo tras el cabezazo de Juanma Delgado. Pero hay días en los que el Muro de Berlín vuelve a levantarse y los hijos de puta ganan. Se rompió así esa tendencia mecanizada del karma, que por una vez amnistió al Lugo de los fallos en contra y entendió su naturaleza de equipo sufridor.