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Teoría general del (mal) arbitraje español

por Daniel Martínez Baniela 19 octubre, 2016
Tiempo de lectura: 4 minutos

El fútbol español tiene muchos problemas. Uno de ellos, el arbitraje. El pasado sábado lo vivimos en nuestras propias carnes en el Anxo Carro pero es algo que se puede extrapolar a Primera División o a Segunda B, aunque lógicamente cuanto más se desciende de categoría más evidente se hace. No hay jornada, no hay día en el que no se puedan observar una colección de errores de bulto que incluso a veces, como ocurrió en el partido del Lugo, pueden llegar a decantar un resultado. Para explicarlo, casi siempre se habla de que tal equipo compró a tal árbitro, que si el peso de tal otro en la Federación hace que se asegure arbitrajes favorables, villaratos y demás, con un denominador común: una suerte de mano negra que obliga a los árbitros a pitar de tal o cual forma. He de decir que no estoy de acuerdo, y déjenme que me explique.

Para desarrollar la idea, hay que partir de una base: el nivel arbitral en España es nefasto. ¿La razón? Pues no es una, sino varias. La primera, la escasa formación, siendo generosos, que reciben los trencillas durante su formación. Otra, el escaso número de árbitros que, como en el caso de los curas, hacen que cualquiera aproveche para el convento y, aunque no sea apto, se le entregue un pito, dos tarjetas y un traje y se le mande a pitar por esos campos de Dios. La tercera, y para mi más importante, la no profesionalización ni independencia del sector, con unos árbitros que entre semana son carteros, abogados, empleados de banca, carniceros, funcionarios o lo que sea a lo que se dediquen, y encima dependientes directos de una Federación Española que, en fin, para que decir. Con estos mimbres, como comprenderéis, es difícil que el nivel sea elevado. Y no lo es, claro.

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Partimos, pues, de la base del mal nivel arbitral es malo. Bien, pues ahora vayamos al meollo. Hablemos de nuestro queridísimo Óliver De La Fuente Ramos, a quién alguien, supongo que tras una noche de farra, se le ocurrió rebautizar como “el Mozart del arbitraje”. El mote no viene, evidentemente, por su calidad, sino por su precocidad. Con 22 años llegó a la Segunda División, lo que quiere decir que, a poco que le vayan bien las cosas, tiene garantizado un puesto en Primera y quién sabe, yo apostaría a que si, en Europa. ¿Se está preparado para dirigir encuentros en Segunda con solo 22 años? Yo lo dudo mucho. Es cierto que Undiano Mallenco llegó con 23, pero ni una flor hace primavera ni un árbitro es mejor por más joven.

¿Cuáles son los recuerdos que tenemos aquí de De La Fuente Ramos? Tres, básicamente: el gol mal anulado a Iriome en Gijón, la vergonzosa expulsión a Seoane en Zaragoza (tan escandalosa que hasta le quitaron la tarjeta tras recurso) y el más reciente del pasado sábado, que se resumiría en penalti clarísimo no pitado sobre Pita, falta inexistente que da lugar al gol del Getafe y solo tres minutos de descuento a pesar de que el Getafe perdió todo el tiempo que quiso. Una maravilla.

¿Qué es lo que pasa? ¿Le caemos mal los lucenses al vallisoletano? ¿Alguien de aquí le debe dinero? ¿Tuvo una novia de A Piringalla y ahora tiene resquemor? Desconozco todo esto, pero me inclino a pensar que no. La explicación es más simple y corrobora mi teoría. Observemos los tres rivales en esos tres atracos: Sporting, Zaragoza y Getafe. Tres transatlánticos de la categoría, con historia, con ese peso del escudo. No es dato menor, de hecho esa es la clave de todo.

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Así las cosas, ¿le piden al árbitro este que masacre al Lugo cada vez que se cruzan en su camino? No. Simplemente el chaval, que es mal árbitro, no es tonto y sabe que equivocarse para un lado o para el contrario tiene consecuencias diferentes. Equivocarse en contra del Lugo no tiene apenas repercusión nacional, ya nos pueden robar hasta las bombillas de los focos que no pasará nada, nadie le tirará de las orejas, nadie le afeará su actuación ni lo señalara. En definitiva, no tendrá consecuencias en su carrera. Sin embargo, si fuese al revés, o mejor dicho, cuando es al revés, ya sabemos lo que ocurre: prensa, televisión, una afición enorme cabreada…ruido que no viene nada bien para ascender en el escalafón.

En resumen, los árbitros pueden ser malos, no todos, pero lo que no son es tontos. Saben hacia donde equivocarse, llegado el momento. Saben que es mejor que, en caso de duda, el Getafe saque una falta a que el Lugo le tire un penalti, por ejemplo. O que el Sporting puntúe a que le marque Iriome en el descuento, o echarle un cable al Zaragoza. Esa es la desgracia que tiene el Lugo, pero no solo el Lugo. Le pasará lo mismo al UCAM, al Reus, al Numancia o al Huesca, por poner otros ejemplos de modestos. El escudo aún pesa, y mucho, y en Segunda todos los árbitros quieren verse alguna vez en Primera, y todos saben que van a equivocarse, así que intentan, al menos, equivocarse hacia donde más les interesa. Y de momento el Lugo no interesa.

Fotografías: El Norte de Castilla / LFP

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