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Sadismo

por Denís Iglesias 11 agosto, 2016
Tiempo de lectura: 4 minutos

Muchos cambios históricos te pillan sentado. Nadie se espera que vayan a derribar las Torres Gemelas un 11 de septiembre mientras tú estudias para el examen de inglés. Tampoco te avisaron cuando cayó el Muro de Berlín y estabas ordenando los yogures en la nevera con el culo en el taburete de la abuela, como si nada fuera alterar el orden establecido. Ni al puñetero soldado de guardia en Pearl Harbor le dijeron que iba a acabar empapado en metralla. Tampoco te llegaron las alertas cuando un día te sentaste en tu estadio, en calidad de socio, partícipe de tu club, y te levantaste, sin saberlo, como parte de un producto que se vende en China, donde Paco el presidente se ha convertido en un empresario de éxito y tú en su mero cliente. Sí, al que dejabas copiar en los exámenes.

En Segunda B te presentabas ante el capitán y éste, aunque no quisiera, te escuchaba. Te cruzabas entre sorbos de cerveza con una afición pequeña pero muy consciente de su condición. Hoy te cargas de preguntas que te han obligado a hacer como consumidor. ¿Por qué no llegan los fichajes? ¿Por qué nadie muestra las cuentas de la empresa de la que soy accionista? ¿En qué se ha gastado el presupuesto? Pides un gramo de sinceridad para intentar entender una pasión que te moviliza siete días a la semana, a diferencia de los 90 minutos que le ocupa a la mayoría. 

Pero te devuelven tuits, o comentarios en Facebook, como si eso fuera a arreglar la brecha tan grande entre dos realidades, la del campo y la de la grada, que en el caso del Anxo Carro están apenas distanciadas por un precario muro de hormigón. Y aún existen los que aplauden que la LFP recomiende sentarse a los aficionados en una grada para salir hermosos en televisión, el aparato que ha convertido en ficción toda una manifestación humana.

El Lugo se ha ido transformando en la máxima expresión del artificio. Como tantos. Algunos nos hemos negado a aceptarlo, comprando billetes para viajar a cualquier parte para que el escudo esté representado con cierta legitimidad. Algunos, pero cegados por un deporte que para nosotros no tiene fin, porque medimos nuestra vida por temporadas. Porque cuando rompemos con nuestra pareja nos acordamos de aquella apabullante goleada del Girona que precedió ese incidente sentimental, nada parecido al desastre de final de temporada que se marcó nuestro equipo. A ellos sí se les atravesó una flecha de Cupido en el tendón de Aquiles. de otro modo no se entiende que enterrasen nuestros sueños de un playoffs. No era para tanto, íbamos a seguir yendo a Negreira si el futuro nos devolviese la ambición a base de hostias.

Sabemos que ahora la camiseta del Lugo huele a perfume de un banco, a pesar de que nosotros amábamos el barro, pero se lo perdonamos. Los tontos soñadores no saben de negocios. Nos está haciendo vivir un momento histórico que nos ha permitido entrar con el pecho hinchado en los bares, a pedir esa canción que nos gusta al DJ, porque joder, “soy del Lugo,” un equipo de Segunda, ¿sabes? Era la confianza que necesitábamos para sentirnos completos. Es un orgullo hablar del Lugo incluso a aquellos que le desprecian por ser de provincias, pero este año no nos lo están poniendo fácil y empezamos el campeonato con la toalla ya mojada. No, tranquilo, no la tiramos.

Muchos de los actuales dirigentes creen que el silencio y el tiempo son sus aliados. No se dan cuenta de que los aficionados descuentan los días de la semana para llegar lo antes posible al domingo. Que ven las repeticiones de otros partidos mientras esperan el próximo duelo. Piensan que con cazar al vuelo un par de rumores llega. Se sirven de excusas como “que no quieren fallar”, cuando su mayor error es dejarnos pensar. Una práctica que llevamos a cabo cada vez que nos escupen una rueda de prensa llena de falsas promesas. 

Hace tiempo que los hooligans están en declive. Ahora la violencia se predica en las redes sociales, y esa sí que duele, porque hasta los medios se hacen eco de ella sin criticarla. Y a veces está cargada de odio propio, pero nadie hace nada por remediarlo. No nos dejan fumar, ni beber, ni siquiera lanzar improperios tras una semana de curro, pero hay algo que todavía no han sabido canalizar: nuestra manía por liberarnos de ese sadismo con el que nos tratan, como si fuéramos manifestantes heridos que sólo pueden pedir que no les peguen en la cabeza. Estamos muy, pero que muy lejos, de pensar que nada más se puede hacer.

Cualquiera de los comprometidos hubiera empuñado su bufanda si le hubieran dicho que Josito, Asier y Keko son los encargados de defender la camiseta este año. Porque no hay manera de cerrar incorporaciones o porque no se quiere gastar. Siempre con la libreta garabateada con las cuentas que refuten estos hechos. Vamos a estar con los que se enfundan la rojiblanca, pase lo que pase. Porque son los nuestros y, por tanto, nunca van a ser enemigos de sus intereses, que son los nuestros también. El mero hecho de estar aquí nos satisface, pero no nos engañéis… No optéis por un mutismo drogado de esperas sin plazo, que a pesar de todo no va a curar nuestra enfermedad, la más penosa de todas las habidas, la de ser aficionado de un club modesto. Porque se o Lugo “é paixón” é por culpa nosa, por el socio 4.503 o 210, reclusos de una condena que pasa de padres a hijos sin que exista una vacuna que lo remedie.

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2 Comments

Xosé 12 agosto, 2016 at 12:49

Desde la experiencia de un, pongamos por caso «directivo pagador».
Primero: hay que tener muy presente que el club tiene unos colores y sentimientos que no se pueden comprar con dinero.
Segundo: las personas que llegan con dinero para reflotar, fortalecer los clubes, aterrizan con una mezcla de ilusiones, y también la defensa del interés económico de la familia propia que siempre está detrás diciéndote lo loco que estás. En caso entregaría hasta la salud por el club que amo.
Los que aportamos el capital, también tenemos corazón.
Los que conseguimos el dinero trabajando de sol a sol, y tengo que reconocer que a veces cumpliendo estrictamente la ley sin ir mas allá. Cosa que a veces me arrepiento, ya que mis principios me dicen que no sólo eso es lo ético.
No se trata de hablar de mi, en este comentario.
Sólo quiero comprensión para la soledad del «directivo», accionista, o llamémoslo como queramos. Recordemos que no hay formación académica específica para ello. Sólo hay experiencia en los negocios, una vida apasionada detrás del deporte de Lugo, y un poco de dinero. Con todo ello metido en la coctelera, enfréntate a los diferentes pareceres del mundo que nos ocupa, y al que todos tienen derecho. Repito, en este caso, el Lugo es de todos.
En el ánimo de patronear esta nave, que ya no es un «batuxo», hay que usar determinadas estrategias, que el aficionado no llega a entender. Claro, no tiene las claves que, como en cualquier actividad creativa y/o empresarial forman parte de la formula mágica. Esto lo digo con humildad, no se trata de conseguir ninguna «Coca-cola».
Cuenta la buena política de comunicación, pero cuenta seguramente más, arrancar con unos buenos argumentos deportivos.
Todo esto lo escribo, digo una vez mas, desde la soledad del «directivo», o «directivillo», si quereis. Una soledad que le impide a uno hablar, decir, contar.
Se me ocurre sólo pedir un poco de comprensión, y confianza en la trayectoria de las personas, de los seres humanos. A veces parecemos politicos PERO NO LO SOMOS.
Gracias por oirme (leerme).
Xosé de Lugo.

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Xosé 13 agosto, 2016 at 09:43

¿Sadismo?
Desde la experiencia de un, pongamos por caso «directivo pagador».
Primero: hay que tener muy presente que el club tiene unos colores y sentimientos que no se pueden comprar con dinero.
Segundo: las personas que llegan con dinero para reflotar, fortalecer los clubes, aterrizan con una mezcla de ilusiones, y también la defensa del interés económico de la familia propia que siempre está detrás diciéndote lo loco que estás. En caso entregaría hasta la salud por el club que amo.
Los que aportamos el capital, también tenemos corazón.
Los que conseguimos el dinero trabajando de sol a sol, y tengo que reconocer que a veces cumpliendo estrictamente la ley sin ir mas allá. Cosa que a veces me arrepiento, ya que mis principios me dicen que no sólo eso es lo ético.
No se trata de hablar de mi, en este comentario.
Sólo quiero comprensión para la soledad del «directivo», accionista, o llamémoslo como queramos. Recordemos que no hay formación académica específica para ello. Sólo hay experiencia en los negocios, una vida apasionada detrás del deporte de Lugo, y un poco de dinero. Con todo ello metido en la coctelera, enfréntate a los diferentes pareceres del mundo que nos ocupa, y al que todos tienen derecho. Repito, en este caso, el Lugo es de todos.
En el ánimo de patronear esta nave, que ya no es un «batuxo», hay que usar determinadas estrategias, que el aficionado no llega a entender. Claro, no tiene las claves que, como en cualquier actividad creativa y/o empresarial forman parte de la formula mágica. Esto lo digo con humildad, no se trata de conseguir ninguna «Coca-cola».
Cuenta la buena política de comunicación, pero cuenta seguramente más, arrancar con unos buenos argumentos deportivos.
Todo esto lo escribo, digo una vez mas, desde la soledad del «directivo», o «directivillo», si quereis. Una soledad que le impide a uno hablar, decir, contar.
Se me ocurre sólo pedir un poco de comprensión, y confianza en la trayectoria de las personas, de los seres humanos. A veces parecemos politicos PERO NO LO SOMOS.
Gracias por oirme (leerme).
Xosé de Lugo.

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