Los símbolos se han diluido en el fútbol actual. La cada vez más latente separación entre los aficionados y los clubes ha impedido la renovación de los ídolos. Antes, un póster de cualquier jugador evocaba toda una hagiografía. Los ídolos no eran ni siquiera los mejores en su posición pero sí eran referentes carismáticos.
Algunos optaban por encolar la habitación con imágenes de Batistuta, uno de los tantos hijos que Dios ha diseminado por los campos. Cada uno construía su propia mitología, sin necesidad de abrazarse a los triunfadores, porque los antihéroes también tenían sentido en una época donde las escaleras sociales eran más fluidas que ahora, donde embadurnadas de corrupción. Bastante frustrante. Todo se contagia.
El panorama está plagado de nostalgia. La sangre ha sido sustituida por una colonia uniforme que lleva a todos los futbolistas, jóvenes y prejubilados a ejercer su profesión como burócratas. Buscan la gloria individual y juran compromiso eterno a los colores, así, en genérico, a la camiseta que le pongan delante en su corta pero sustanciosa carrera, cuanto menos en el aspecto monetario. Y esto hiere de gravedad a los equipos modestos, que nunca aspirarán a fichar estrellas, pero que piden, por lo menos, un guerrero al que abrazarse. No con el que sacarse fotos, sino con el que juntarse en el córner tras un gol.


Los jugadores del Lugo saludan a la afición en el Anxo Carro | Foto: Xabi Piñeiro – LGV.
El Lugo creó un panteón de ilustres con el segundo ascenso a la categoría de plata. Los Héroes del Carranza son parte de la idiosincrasia de este club, pero apenas tienen un carácter de efeméride. El alocado mercado de verano plantea la salida de José Juan, uno de los pocos junto a Fernando Seoane que sí han sido capaces de establecer un vínculo directo con la afición. Este abrazo entre las dos partes fundamentales de cualquier institución no sólo se produce con actuaciones estelares, también con un saludo responsable ante los desplazados que se lamentan por haberse desplazado para ver perder a su equipo.
O simplemente con una arenga cómplice cuando saltan al campo, algo que acostumbra a hacer el meta vigués, ejemplo de la más pura seriedad que, sin embargo, se ha colado en el ideario de la afición. Su pérdida dejaría coja una de las patas de la trina identidad del Lugo, donde el eje central es el corazón de Seoane. Fueron visibles sus gestos de contrariedad en el tramo final de la temporada, cuando se produjo un divorcio motivado por la falta de corazón, que aunque no asegure victorias, sí ayuda a hacer patria.
Otros jugadores veteranos como Manu o Carlos Pita también forman parte del imaginario común, pero quizás no han sabido exteriorizar del mismo modo su compromiso. No todos los jugadores son capaces, es algo que va unido a su personalidad, pero que en el fútbol se premia o se penaliza más que en cualquier otra profesión. Quizás, el parangón más cercano está en la política, donde conviven oradores consistentes con otros cargos intermedios, igual de necesarios para mantener la estructura, pero que no conectan de igual modo con las masas. En una escala intermedia figura Iriome, con aptitudes de comandante, pero que todavía no ha conseguido salir de la academia con paso firme.


Sin quererlo, José Juan se ha convertido en un referentes | Foto: Xabi Piñeiro – LGV..
La tercera pata del ADN rojiblanco suelen ponerla los goleadores. Estos perforan el tejido social mucho más fácil que sus compañeros. Cada tanto, con su consiguiente celebración, es un veneno del que viven los socios. Nocivo porque su ausencia causa un escozor tremendo y porque cuanto mayores son las dosis, más cantidad se desea. Ahí está Pablo Caballero, que con pausa pero sin descanso ha dotado de identidad al gol lucense.
Los ‘9’ son una especie volátil en Segunda, donde el artillero del equipo emergente es rápidamente cazado por aquel que tiene clara intención de subir a Primera. Cortejó el Almería al artillero de Totoras, pero la falta de mejoría de su pubalgia le impedirá tomar nuevos aires. Y lo que es peor, dejará huérfano al Lugo de su atacante más fiable, que cederá el turno a Joselu, Mario Barco o al que pueda llegar para acompañarles (el canterano del Athletic Guillermo tiene todas las papeletas).
El Lugo cumplirá este año un lustro consecutivo como equipo profesional, con la misma incerteza de siempre. Con un equipo en construcción que paga los cambios en los banquillos, directivas… Este año, con más madera joven (Yelko, Ignasi, Djaló…), jugadores que tienen el reto de erigirse como el músculo de un equipo que sigue muy apegado a la etiqueta de conjunto pequeño. Un Lugo qie ya tiene recorrido suficiente para perder el respeto a una categoría que todavía no le corresponde del todo. Y ahí es donde los ídolos ayudan a traspasar la frontera entre la medianía y el descaro.
Foto principal: Seoane, durante un partido de la pasada temporada | Foto: Xabi Piñeiro.