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Botelo con polvorones

por Xabier Piñeiro Neira 20 julio, 2016
Tiempo de lectura: 3 minutos

Junta la inauguración de un estadio que lleva el nombre de un expresidente de una Diputación imputado, que está allí, subido a los muros, impecable, de traje, bañándose en las alabanzas de los nativos, con estampas tan gloriosas como el director deportivo de tu equipo subido en una loma de tierra tomando notas.

Incluye en la ecuación niños enloquecidos tirando piedras al césped artificial y girando los aspersores hasta convertirlos en chorros de infierno acuático capaces de destruir a cualquiera que esté a menos de 20 metros.

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El Gómez Besteiro Arena, de gala.

Si todo esto te parece poco, te propongo como aliciente una pista recién asfaltada con coches en las cunetas, la Guardia Civil impidiendo más acumulación mecánica, miembros de la prensa saltando los muros intentando hacerse con los números y nombres de los jugadores con encuestas rápidas a pie de campo en un “sindios” poético.

Levanta la cabeza y disfruta de lo que hay alrededor. En el infrafútbol lo menos importante ocurre en el campo. No hagas caso. Otea el horizonte. Otea. No te cortes. Otea, que es gratis. Disfruta de ese aficionado que, usando la barandilla como si se tratase de la barra de un bar, le comenta cositas a Leuko al oído sobre lo fuerte que está por tirar un balón fuera del campo. Y sigue la trayectoria de ese balón. Aguanta la mirada en ese punto, y podrás ver a un operario saltar el muro que rodea el campo con una escalera de mano para ir a recuperarlo. Disfruta de esto, que vale oro. Escucha a la grada, que es sabia. Llevan la cuenta de los balones que se marcharon fuera. Van 4, y subiendo. Pero cuidado con tanto otear, o te atropella el camión de la orquesta que viene a recoger el equipo de sonido.

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Infraestructuras del infrafútbol para recuperar balones.

Y entre estampas dignas de postal quizás tengas un momento para centrarte en esos muchachos que se están pegando unas patadas finas en el campo. Porque el Compostela pegó. Que se lo pregunten a Miquel, Pedrosa o Seoane.

En cuanto al fútbol, pues no hubo gran cosa. El partido fue más difícil de digerir que un botelo con polvorones de guarnición. Se vieron cosas, como Leuko actuando de lateral izquierdo durante unos minutos o detalles como la poca consistencia física de Yelko, que como no se mace en el gimnasio va a pasarlo mal en Segunda División. ¡Ay!, qué pena que en el Levante ya no siga Ballesteros.

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Hasta hubo chilenas. Fútbol de salón.

Por lo demás, mucha rotación, minutos para todos y dos chilenas. Dos. En semejante oda al fútbol somnífero hubo espacio para dos chilenas, una para cada bando.

Y cuando todo parecía abocado a un empate a cero legendario, apareció el Goikoetxea zurdo, don Manuel Rodríguez Morgade, que convirtió un centro en una especie de dardo envenenado que se comió el portero y acabó dentro. Fue tan inesperado que ni lo celebró. Fue tan churro que se notaba que el propio Manu se contenía la risa. Era el colofón perfecto a un espectáculo caricaturesco.

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Jugadores de Pokemon Go impactados ante la aparición de dos pokemons legendarios.

Y la guinda la puso nuestro Juanelo, un tipo que tiene todas las papeletas para ser uno de los nuevos iconos albivermellos, por entrega, por carisma, porque corre más que el autobús. Una mala entrega de uno de los defensas sirvió para que Joselu robara el balón, regateara al portero y marcara el segundo gol ya casi con los 90 minutos cumplidos.

Cabe destacar que en la SD Compostela volvió a jugar un histórico como Juan Cabrejo, a sus 41 años. Y nosotros ahí, sin fichar a Carolo para suplir a Caballero ni nada. De vergüenza.

Gloria eterna al infrafútbol. Estos ratitos dan la vida.

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