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Pasen y vean (los ciegos no pagan)

por Daniel Martínez Baniela 20 mayo, 2016
Tiempo de lectura: 4 minutos

Pues ya estamos en ese punto de la temporada que tan familiar pero a la vez tan poco querido para los aficionados del Lugo. Me refiero a esos partidos de final de temporada que no son ni chicha ni limoná, en los que no nos jugamos nada y nada nos va a espolear el ánimo. Partidos a los que vamos con la inercia de toda la temporada, en los que, claro, bajamos al Anxo Carro y animamos, pero ya con un ojo puesto en el móvil, en la charleta con el aficionado que se nos sienta al lado, o en lo que cada uno se entretenga. Otro año más, nos enfrentamos a los partidos de compromiso, a los partidos de relleno, a esos que, quien más y quien menos, afronta con el hastío de esta interminable Segunda División de 22 equipos y 42 jornadas. Sin un aliciente que echarse a la boca, sin tensión ni mayor interés que esperar a que el partido, al menos, no sea un coñazo. Pasen y vean.

Ya sé lo que me dirán algunos, que mejor llegar así, aburridos, a llegar con la angustia de no tener asegurada la salvación. Correcto. Naturalmente no cambio nuestra situación por la de ninguno de los equipos de abajo, por mucho que ellos esperen con ansiedad el partido del finde, pero este año, en esta temporada tan competida y tan irregular que dio tantas oportunidades de meterse arriba, es de tontos no reconocer que estas últimas cuatro jornadas las vamos a afrontar entre el desencanto y el mosqueo de ver como, un año más, vamos a ser un convidado de piedra a las felicidades y dramas de otros.

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José Juan y Dealbert tras haber encajado un gol. | Foto: Xabi Piñeiro (LGV).

Recordemos que esto no es algo nuevo en el CD Lugo. El año pasado, también con los deberes hechos, el equipo encadenó una tremenda racha de diez jornadas sin ganar, las diez últimas. La única vez en la que se oyeron algunos pitos a Setién (pocos, pero los hubo) fueron en ese anodino período. Entonces nos quejamos amargamente de la falta de ambición del equipo (menos en Girona, claro, ahí se quejaron de otra cosa, pero que se le va a hacer) y se buscaron explicaciones y culpables, cada uno según su razón le daba a entender. Obviamente, no se llegó a ninguna conclusión.

Y es complicado, porque esto nos ha pasado prácticamente desde que pusimos de nuevo los pies en Segunda. Y ha pasado con Bouso, con Saqués, con Mouriz, con Otero, con Setién, con Durán y con toda la pléyade de jugadores que ha desfilado por el club en estos años. Así pues, si no encontramos un común denominador a la causa común, ¿cómo señalar al culpable? ¿Cómo diagnosticar el problema? Complicado, lo que no quita para que cada uno arrime el ascua a su imaginaria sardina y aproveche para dar palos a quien le cae mal, pero los datos son tozudos cual mula sin domar, y dicen que el problema no es puntual, sino estructural.

¿Se puede decir que el club, como superestructura, por encima de jugadores, cuerpo técnico y directiva, se ha acomodado en la Segunda División? Es difícil de sostener. No llevamos el tiempo suficiente en la categoría como para ello, y tampoco hemos disfrutado en el pasado de glorias mayores como para estar empachados de ganar. Y, sin embargo, sí que se detecta cierto estancamiento en la masa social del Lugo, que ni tira para arriba ni se acaba de creer las posibilidades de mejora del club. Si exceptuamos el evidente repunte de aficionados en el Anxo Carro a raíz del ascenso, los que bajamos al campo siempre somos los mismos, de suerte que casi todos nos conocemos y no logramos pasar de los 3.500 de rigor por más que se regalen entradas, se congele el precio de los abonos o se eliminen los días del club. Así no hay manera.

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Jugadores celebran un gol. | Foto: Xabi Piñeiro (LGV).

Siempre se debate sobre si es el equipo el que tiene que tirar del público o si es a la inversa y es la grada la que tiene que llevar en volandas a los chavales. En mi opinión, seguro que equivocada, en el punto medio está el gusto. Es el equipo, el club, el que tiene que darle razones al personal para creer, y a fe mía que en Ponferrada o frente al Alcorcón no lo hicieron, pero también es cierto que la grada debe insuflar ese plus de animosidad a los que están en el verde cuando las cosas se tuercen, y seamos honestos, si exceptuamos el día del Oviedo, y ese día estábamos todos calientes por motivos extradeportivos, tampoco es que la afición se haya volcado en exceso con el equipo. Las cosas como son.

Así pues, como dije al principio, nos enfrentamos a cuatro jornadas de poco menos que paseo en la que a jugadores y cuerpo técnico les hay que exigir que rematen esto con la mayor dignidad y profesionalidad y que, aunque no sirva para mucho, mejor acabar ganando partidos que provocando bostezos y, a la directiva, que comience a planificar ya la temporada con los pies en el suelo pero con la mayor ambición. Y que el año que viene lleguemos a estas fechas jugándonos algo bonito e importante, para poder decir aquello de mi amigo Ginés: pasen y vean, los ciegos no pagan.

Fotos: Xabi Piñeiro (LGV y Boamaneira).

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