Artículos

La banda de Mozart

por Denís Iglesias 1 marzo, 2016

Contenidos de la página

Tiempo de lectura: 4 minutos

Una de las grandes brechas generacionales del presente siglo se ha producido debido a los dibujos animados. La animación ha creado más divisiones de las que pudiéramos imaginar. Están los que merendaban viendo el Xabarín Club, los que se sabían las canciones de Los Fruitis o aquellos que crecieron yéndose a la cama con la familia Telerín. Los que crecimos en los 90 recordamos con mimo series como Willy Fog, Mortadelo y Filemón o Zipi y Zape, producciones todas ellas que llevaban el sello de BRB Internacional.

En medio de estos éxitos, la productora hispanoestadounidense concibió La Banda de Mozart, una serie bastante mediocre que no logró pasar de una temporada con la que se pretendía acercar la música clásica al público infantil. Detrás de la sarta de tópicos que presentaba (v.g: el padre de Verdi regentaba un restaurante italiano), había una intro con una melodía que para los niños de la época era droga sin cortar.

“Mozart es fuerte y optimista, su banda es obra de un artista”. Imaginad los aditivos que traía la puñetera canción que no me pude librar de ella durante todo el partido frente al Real Zaragoza. Y todo por un comentario, un árbitro y un apodo que causaron mofa, rabia y frustración. No recuerdo exactamente el orden pero puedo certificar cada una de estas sensaciones con un taco.

Quiso el destino que el estreno de José Durán como entrenador en su segunda época en el Lugo se produjese ante el Real Zaragoza en La Romareda, un rival de los que causan respeto por nombre, aunque la historia no sirva para anotar goles, pero que también evocan otras soflamas como “año tras año, el maletín salva al maño”. A esto hay que añadirle el tropel de refuerzos amarrados por el conjunto maño para remontar el vuelo en Segunda División y engancharse a los puestos de la parte alta. Malos presentimientos…

Glorias prematuras

La entente, de por sí complicada, cobró un aroma funesto con la actuación del colegiado Óliver de la Fuente Ramos (Valladolid, 1992), apodado el Mozart del arbitraje por su precocidad a la hora de lograr ascensos en su carrera. No se cansaron los comentaritas de recordar esta peligrosa comparación. Pero como casi todos los niños prodigio demostró cierto mal de altura en los partidos en feudos como el maño.

Su combinación de apellidos cumple la máxima que cualquier trencilla puede tener: enrevesados y compuestos, pero su saber estar todavía está lejos de las grandes figuras del arbitraje, que haberlas haylas. Pero el arbitraje no es ajeno a esa desagradable tendencia de crear glorias prematuras sobre las que no se puede depositar ni el beneficio de la duda.

Mozart escribió su primera ópera, la Finta Semplice, con tan sólo doce años. Prácticamente a esa edad comenzó a llevarse la mano al bolsillo De la Fuente. A los 24, el genio de Salzburgo había compuesto trece óperas y 34 sinfonías. A esta misma edad, al genio del arbitraje todavía le cuesta afinar con el silbato y lo de director de orquesta le queda lejos. Hasta este partido, prácticamente no se había reparado en las actuaciones arbitrales en el seno de la masa social lucense, pero la triste sonatina en Zaragoza de este precoz muchacho recordó que la Banda de Mozart  también influye en el resultado.

Dos rojas sonrojantes

“He llegado hasta aquí gracias a una personalidad fuerte”, proclamó en una entrevista anterior. No cabe duda de ello. Las dos expulsiones que recibió el Lugo en contra dejaron claro que el temple no es su mejor virtud. De la Fuente se mostró como un trencilla sin vara de medir.

Sancionó entradas que formaban parte de la rutina normal de un partido como las que le costaron la expulsión a Fernando Seoane -brecha generacional la que debió sentir el santiagués, de 32 años- y dio por buenas otras acciones más violentas. La expulsión del medio en la segunda parte dejó tocado al Lugo, que hasta su pérdida iba ganando 0-1.

La pérdida de uno de los baluartes de la contención provocó que el equipo se derrumbase como un castillo de naipes, algo que acostumbra a ocurrir bastante a menudo esta temporada. El encuentro finalizó 3-1, con una gran reacción del cuarteto de cuerda defensivo del Zaragoza. Suerte que el Comité de Competición le retiró la segunda amarilla y podrá estar ante Osasuna. La maldita hemeroteca desvela que fue el propio De la Fuente quien anuló la pasada temporada un gol a Iriome en el partido frente al Sporting de la primera vuelta que dejó sin puntos al Lugo en su visita al Molinón. Seoane podrá estar finalmente frente a Osasuna tras prosperar el recurso del CD Lugo, que apeló su segunda amarilla.

Quien no estará frente al equipo navarro es Pau Cendrós quien firmó un decepcionante partido, con roja directa incluida, tras salir en la segunda mitad como recambio al lesionado David de Coz. Fue su segunda expulsión de una temporada en la que está subido en una montaña rusa de rendimiento, como prácticamente toda la zaga rojiblanca.

“Porque Mozart es el campeón”, remataba la cantinela de la serie, demostrando que por muy bien que lo hiciese Vivaldi o Beethoven, él siempre tendría la razón. Esto es lo que se la hecho creer a una gloria prematura, sobre la que se empiezan a depositar el beneficio de la duda. Y es que hay patrones que todavía no se han modificado y hasta las nuevas hornadas saben que es más fácil hacer daño al modesto en territorio enemigo, algo que ni Mozart ni gran parte de su banda ha sabido casi nunca controlar.

CENTROS

Pau, coñe, que casi que rebanas la pierna.

Foto: El Periódico de Aragón

Comparte:

2 Comments

Deja un comentario