Artículos

Identidad

por Xabier Piñeiro Neira 17 marzo, 2016
Tiempo de lectura: 3 minutos

Hay en esto del fútbol un cierto punto de romanticismo que suele radicar en un sentimiento inherente al ser humano como es la identidad, el sentimiento de pertenencia, de saberse parte de algo, de una fuerza común que se mueve sin saber muy bien por qué.

Es complicado explicar ese sentimiento de amor a unos colores o a un escudo, de buscar en lo más profundo del ser los motivos por los que se dedican tiempo y energía a desear, cada uno a su manera, las victorias y éxitos de un equipo de fútbol.

Si nos paramos a analizar la historia reciente del fútbol que tenemos cerca de la capital lucense, podemos agrupar los motivos de la unión incondicional entre aficionado y club en tres grandes grupos: Historia, estilo e iconos.

Si viajamos a Coruña y preguntamos por la grada, alguno dirá que se aficionó siente el blanquiazul desde que veía jugar al SuperDepor de los noventa, otro quizás diga que lo que hizo crecer su pasión fue ver la remontada al Milán de aquel equipo de Tristán, Luque o Valerón, alguno más veterano mentará al gran Arsenio Iglesias y los más jóvenes lucirán el nombre de Lucas Pérez en la camiseta, después de años de frialdad social. Si en cambio bajamos a Vigo, posiblemente oigamos hablar de Karpin y Mostovoi, de las noches de Champions o de la Rianxeira, pero la mayoría comentará algo de Iago Aspas o del estilo vistoso del “Toto” Berizzo.

v07e1066

En Lugo, sin embargo, no hemos creado todavía ese sentimiento. La mayor parte de la afición actual se enganchó al club gracias al juego de toque de Setién y los “Héroes del Carranza”, sin embargo no hemos pasado página y eso es peligroso.

Cuando los símbolos y los recuerdos son tan fuertes, cortar el vínculo y mirar hacia adelante cuesta demasiado. El Lugo de Saqués no ha encontrado esa identidad propia que haga que el aficionado se identifique con él, aunque los pasos se estén dando correctamente. Queda en manos de gente como Caballero o Pereira esa labor, quizás con alguna gran tarde de gloria que quede en el recuerdo colectivo.

A veces basta con un golpe de efecto, una casualidad que genere el caos necesario. El equipo, bajo el mando de Luis Milla, lo hizo bien, eso es innegable si uno mira los números, pero provocaba un manto de frialdad social que estaba extendiéndose por encima del Anxo Carro como si de la niebla del Miño se tratase. Era necesario un cambio para calentar las manos del que aplaude en los partidos cuando hace frío.

La llegada de José Durán lo tiene todo para revitalizar el espíritu rojiblanco aunque sea desde el desacuerdo (porque se puede estar en desacuerdo pero animar en la grada desde el minuto uno hasta el descuento, algo que aquí parece olvidarse). Un hombre de la casa, que traiga ilusión, juego, entrega y resultados. De momento Osasuna, Córdoba y la primera parte de Zaragoza parecen los primeros síntomas de reanimación cardiopulmonar de un lucensismo que estaba en coma. Puede que algún día hablemos del Lugo de Durán y Pereira, puede que este grupo pase a la historia. Bases para ello hay.

Como rezan los vagones del metro de Madrid, “dejen salir antes de entrar”.

Foto: Xabi Piñeiro.
Foto cuerpo: La Voz de Galicia.
Comparte:

Deja un comentario