La estima en el fútbol es uno de los sentimientos más complicados de entender en el planeta. El aficionado ama ciegamente a su equipo con todas las siglas y colores, incluso con las galas fosforitas que tanto se estilan últimamente. A veces, uno tiene la sensación de que no es un sentimiento correspondido. Se deja la garganta y lo que recibe a cambio es una actuación taciturna. Duerme con la cama revuelta y se promete que nunca más va a llorar.
El divorcio parece la única solución en el frente en esas citas descafeinadas, reservadas, esta temporada, para casa, donde el equipo debiera comportarse como un compendio de caballeros. El ser humano siempre las paga con quien más le quiere. Pese a todo, la reconciliación siempre llega. Porque el saco de los puntos se va agrandando y esos detalles se tienen en cuenta. [Crónica y estadísticas]
El Lugo de Luis Milla está condenando a la hinchada a vivir un amor a distancia. Frente al Almería, con la carretera y la manta, regresaron a los tres puntos. Una vez más, el equipo no mostró una versión romántica, con los cariños que crean las ocasiones. Supo, sin embargo, aparecer cuando fue necesario. Eso es lo que uno le pide a su equipo (y a su cónyuge): que por lo menos tenga la capacidad para tender la mano en los malos momentos.
Bailar pegados
La confianza es clave. Fuera de los dominios de la ciudad amurallada el equipo gestiona mejor la presión. Sabe que cualquier punto le dará impulso en su carrera hacia la permanencia. Sin necesidad de elevar el juego a más revoluciones que en el Anxo Carro toma aire en las fases que debe hacerlo y no se se deja aspirar por el juego del rival.
El Almería era otra víctima fácil que no podía salir viva como lo hicieron en su día el Llagostera, Huesca, o Bilbao Athletic. El partido cobraba mayor importancia a tenor del tramo con curvas de alta peligrosidad que viene: Leganés (3º), Zaragoza (9º), Osasuna (7º), Córdoba (4º) y Alavés (1º). Un recorrido en el que se pondrá a prueba el amor del equipo a su afición y viceversa, así como la capacidad para errar y aprender en estas pruebas de altura.
Luis Milla ha demostrado hasta la fecha ser un amante pasivo. Mucha pasión contenida. Necesita exteriorizarla para evitar los silbidos y los comentarios del boca a boca que dicen que su compañero de cama, Luis Cembranos, lleva más los pantalones que él en el vestuario. Su seria compostura le bastó ante un Gorosito desmelenado, que ha regresado a España para una empresa más complicada que alisar su pelo.
Se quejaba tras la derrota de que el Lugo no había hecho nada por llevarse el partido. La rabieta típica del polvo negado. El fútbol más guapo no siempre triunfa, aunque tú te empeñes en decir que eres el que mejor baila, a pesar de hacerlo como un pato mareado. El equipo almeriense tuvo más opciones. Es innegable. Pero no supo resquebrajar el orden defensivo del Lugo, al que regresó el comandante Carlos Hernández, una pareja que muchos quisieran para sentirse seguros en cualquier situación.
Cariño contenido
Para recuperar el amor a los colores nada mejor que volver a ver en liza a David de Coz y Carlos Pita. El primero demuestra que la edad no importa, y más en una posición en la que tantos palos está recibiendo el juego del Lugo. El segundo, es la cabeza sobre los hombros del equipo aunque a veces se empeñe en mirar de lado.
El primer tiro del equipo, vestido de negro para la ocasión, llegó en el minuto 43, gracias al eléctrico Ferreiro, un jugador que con el limitador de velocidad puesto es absolutamente imprescindible. Es capaz de cubrir de picos y valles el encefalograma plano ofensivo del Lugo con sus incursiones contra el mundo.
Sirvió el primer gol a un Iriome renacido, que a pesar de las calamidades se muestra como un jugador imprescindible en este equipo. Por poco que aporte su fuerza es única en este conjunto. Repitió como goleador por segunda jornada consecutiva con una definición para enmarcar, de la que deben tomar nota los llamados a portar la pólvora del equipo, como Pablo Caballero, condenado a ser un single. Encontró su recompensa al final del encuentro. Todos los delanteros necesitan los goles como el comer y el argentino más. Es un rematador puro. En otras tareas muestra unas carencias de criterio que desmerecen su trabajo, intenso pero enmarañado.
La amenaza del empate en los últimos minutos, tan presente esta temporada, no fue tan palpable. José Juan metió la mano para acabar con las intentonas de jugadores como Chuli, del que el Lugo tenía un infausto recuerdo en su época como jugador del Leganés. Él sólo se había merendado a la defensa rojiblanca en Butarque la pasada temporada. Falló el meta en una salida que pudo empañar su expediente. Reaccionó bien la zaga, más viva sin los errores con el balón jugado.
Per-ma-nen-cia
Funcionó el cerrojo ante el niño del Colacao, José Ángel Pozo, uno de los más activos del conjunto almeriense, aunque sin tino. Puede ir camino de ser un juguete roto como nuestro Iago Díaz, relegado a la suplencia y al que algunos nos gustaría ver crecer con la rojiblanca, pero la del Lugo. Esta victoria prolonga la racha de imbatibilidad de la escuadra a domicilio. No pierde fuera desde octubre. Corta una mala dinámica y vuelve a encender los delirios de algunos.
Aparece otra vez la palabra playoffs en la boca de unos y en las páginas de otros, absolutamente innecesaria a estas alturas de la temporada. La permanencia es una obligación que con 36 puntos (con más de tres partidos sobre el descenso) parece comestible, pero ni mucho menos cercana. El reto de este triunfo es que no se quede en un flechazo efímero. La llama ha de seguir encendida hasta en los túneles que vienen, donde terceros intentarán magullar el idilio. Y sí, a veces el amor duele, pero todos sabemos que en este deporte sólo disfrutamos los reincidentes.
Foto: Xabi Piñeiro-LGV
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