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No disparen al pianista

por Denís Iglesias 11 enero, 2016
Tiempo de lectura: 3 minutos

Uno de los grandes deseos del ser humano es tener la capacidad de viajar en el tiempo. Alguno quisiera satisfacer su alma de tercio en Flandes, otros quisieran imponer sus virtudes en Vietnam y los hay que gozarían apuntando con una Carabina Sharp a todo ser viviente en el Viejo Oeste.

Muchos nos hemos tragado seriales de Western los domingos por la tarde, bien acompañados de nuestros padres o abuelos, o en solitario, ante la incapacidad de la Mega Drive o la Super Nintendo de turno para leer los cartuchos.

Una de las lecciones que hemos aprendido es que: “Por favor, no disparen al pianista”. Esta leyenda estaba inscrita en los carteles de los viejos salones que advertían a los de bala fácil que respetasen a un trabajador, a priori, inocente. El lema bien pudiera situarse en la entrada de cada una de las entradas del Anxo Carro, donde se registra al por menor hasta la inofensiva bandera de Lugoslavia. Eso sí, las balas verbales no las detecta ni el más avezado escáner, esas que surgen desde la grada e intentan distraer a nuestro particular pianista, Luis Milla.

Compases diferentes

No es el intérprete más virtuoso que ha tocado en Lugo. Lo suyo es más bien tocar el Oh Susana. Tiene bien controladas las notas del equipo y sus acordes, a veces, suenan repetitivos pero seguros. Frente al Nàstic [1-2] tiró de músculo, relegando a los jugadores más técnicos a un segundo plano. El fútbol de fuerza y destrucción se sostuvo por su propio peso ante un rival al que le costó crear juego. Una vez más quedó al descubierto la gozosa competitividad que se da en la categoría, donde nadie ha encontrado todavía una fórmula mágica para asegurarse el ascenso o evitar la caída a Segunda División B.

Este ya no es el equipo del toque sazonado, pero, aún así, se muestra mucho más cómodo con el balón en los pies. Atrás, el conjunto de Milla especula con melodías más torpes cuando el enemigo empieza a confeccionar. Los cambios, las reconversiones y la falta de un mariscal convierten a esta parcela en un punto de continua atención.

Aquí, el pianista se preocupa por subir el volumen. A veces, demasiado. El Lugo tiene esta temporada la sana costumbre de adelantarse en el marcador ante rivales de diferente índole. En el lado contrario de la balanza, la incapacidad de Milla para elaborar un parapeto que se sustente más allá de la acumulación de jugadores atrás. El repliegue es tan intensivo que ahoga las posibilidades de sentencia. Ante el equipo tarraconense la estrategia se volvió más dulce con dos peones de bloqueo como Igor Martínez o Álvaro Lemos. Aquí, el teclista sí sabe danzar al son de los partidos, borrando y reescribiendo sus partituras con figuras nuevas. Planteamiento conservador, mas con agudas combinaciones.

Toro Sentado y Buffalo Bill

En tierras catalanas dieron en la diana dos figuras clave, cada uno en su administración territorial. Por un lado, el retornado Carlos Hernández, el sioux Toro Sentado, al que se echó de menos en citas anteriores. Por otro, el cazador de bisontes Jonathan Pereira, que ahora sí, es el Buffalo Bill que el Lugo necesita. Se ha convertido en el máximo goleador del equipo con siete tantos y forma parte del ‘top ten’ de la tabla de máximos anotadores, un dato que ayuda a corroborar su efectividad. Es un ego controlado por la dinámica del equipo, algo que no le impide campar a sus anchas si sus botas lo consideran necesario.

Y por fin tuvo Milla alguien que le guardara el tempo. Campillo, uno de sus fetiches, por fin se liberó de las ataduras que le habían impedido ser el enganche perfecto entre los de arriba y la medular. Por fin fue Billy El Niño. Las bajas de jugadores de banda como Ferreiro, habituales canalizadores del juego, permitieron al madrileño sacar la chistera. Todas estas notas positivas dejan al Lugo, a un duelo de cerrar la primera vuelta, a un punto de la promoción de ascenso y diez sobre el descenso, con la meta psicológica de los 50 en la frente.

Vienen dos partidos importantes, ambos en casa, ante el Huesca y el Real Oviedo, uno de la zona baja y otra de la superior, dos condiciones engañosas en esta liga de todos contra todos. Dejen tocar al pianista, no le disparen. Escúchenlo atentamente en estas dos piezas. Él más que nadie sabe que una sucesión de disonancias le dejará, primero sin propias, y, después, sin crédito.

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