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El Conde de Lemos

por Denís Iglesias 29 enero, 2016
Tiempo de lectura: 4 minutos

El mercado de invierno es un asunto serio. Su corta duración y el momento de la temporada en el que llega redoblan su importancia. No hay productos gourmet ni gangas. Se encuentran productos exóticos o con el envase todavía sin retirar. También joyas sin madurar, bocados tiernos que no caben en la estantería principal, pero que a cualquier visita le gustarían. Platos que, por el ritmo de vida que uno lleva, acostumbrado al ABC de la rutina, no puede preparar.

Álvaro Lemos es uno de esos manjares de cocción lenta que están en la despensa del Lugo, un jugador talentoso al que las lesiones mandaron a la eterna sala de espera del fútbol profesional, llena de maravillosas promesas a las que se va quitando el brillo con el paso de las temporadas. Lemos, por el contrario, ha sabido renovar su fecha de caducidad en entornos complicados, de ahí que, pese a la falta de continuidad, sea objeto de deseo para equipos que ven en él un manantial de expectativas.

Diestro en todos sus sentidos

El último en intentar echarle el lazo ha sido la SD Huesca, que ocupa la 19ª plaza en Segunda División. Un conjunto que busca una panacea para su malestar en el mercado invernal, donde los jugadores con menos minutos procuran cobijo en otros territorios, a ser posible, de su misma categoría. El equipo oscense está moviendo cromos más rápido de lo que lo hacíamos en el patio de colegio. Acaba de abrir la puerta al delantero Jonathan Moya, Aythami, Carlos Calvo y Aythami. En Álvaro Lemos vio un jugador que no tenía contrato profesional, con un bagaje interesante y con capacidad para desarrollarse en la banda derecha de arriba a abajo (esta temporada ha jugado desde lateral a extremo en los cinco partidos en los que ha participado).

Entró en juego entonces Toni Otero, un recién llegado que se está mostrando como un director deportivo con criterio. Ni mejor ni peor que nadie. Un empleado del club con sentido de los recursos que tiene a su alcance. El vigués supo enmendar un error de base como era haberle hecho un contrato amateur a un jugador que era, a todos los efectos, hombre del primer equipo. Un futbolista de 23 años con experiencia en las categorías inferiores del Deportivo y con minutos en Segunda División B que acumuló con la SD Compostela, el equipo principal de su Santiago natal.

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Álvaro Lemos, cuando era canterano del Deportivo. El de al lado también os sonará. foto: SomosDepor

En 2013, Álvaro Lemos hizo la pretemporada con el primer equipo cuando todavía militaba en el filial. Recibió la oportunidad de mano de Fernando Vázquez junto a otros como Ínsua -su compañero de piso- o juveniles como Bicho. Casi todos acabaron disfrutando de minutos en un equipo que consiguió el ascenso a Primera División. No fue el caso de Lemos, uno de los más felices en la concentración de Abegondo que sufrió un duro revés tras resentirse de unas molestias en el gemelo. Lo que en principio pudiera ser un trastoque muscular se tradujo en una rotura del ligamento cruzado, conjunción de palabras que aterroriza a cualquier persona con un mínimo de fútbol en sus venas.

La pesadilla del cruzado

Aquellos que vivan más allá del fútbol televisado, seguidores de las cantinas de los campos de Tercera, se acordarán de un loco del balón que no se dejaba amilanar por los ogros de una división en la que la edad es un grado. Un seguidor de Valerón y Ronaldinho, que, salvando las distancias, combinaba un buen trato con virajes precisos sin dejar de pensar en el equipo. No se congelaba en los inviernos galaicos, donde la lluvia te hace morder el polvo si te paras a pensar, por un momento, en la rutina semanal que te espera cuando no eres un profesional a sueldo del verde y del cuero.

Desde la lesión, Lemos ha pasado a ser él y su rodilla. Dos realidades independientes y conectadas. El regreso frente al Rápido de Bouzas en marzo de 2014 tras siete meses de dura recuperación fue el regreso a la vida de un jugador que ha tenido la capacidad para tener la cabeza en su sitio durante estos últimos años: Un ciudadano ejemplar (uno de sus filmes favoritos) capaz de esperar su oportunidad en un oficio en el que las carreras de fondo son, a veces, un infierno.

Condado de Lemos

La pasada campaña se fue cedido a la SD Compostela, un equipo admirado y complicado, en el que la historia pesa más que el presente. Otra vez le acecharon los bisturíes y tuvo que tragar saliva en un quirófano. La temporada se quebró en dos para él. Y, sin embargo, consiguió salir con empeño para volver a ejercitarse a un ritmo físico normal. Ahora su futuro es rojiblanco.

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Álvaro Lemos, en su etapa como jugador de la SD Compostela, tras salir del quirófano. foto: @alvarolemos10.

Forma parte de un colchón de jugadores con contrato que deberán sostener al Lugo del futuro. El nuevo proyecto ha traído una previsión a largo plazo que huye de la comida rápida en la que se convierten muchos equipos de Segunda, obligados a renovar su plantilla de un año a otro casi por completo como ha sucedido en la ciudad amurallada.

“Yo no soy de los que, el Rey, Señor, trata como Grandes, sino que soy Grande y tan antiguo como no hay en Castilla”, decía el I Conde de Lemos, miembro de la única dinastía que aspiró a tener un Reino propio en Galicia, una proclama que ha de tenerse como válida en un equipo como el Lugo, ni mejor ni peor que nadie, tan grande como el resto y con visos de hacer historia gracias a jugadores como Álvaro Lemos, quien, los años lo dirán, puede formar un condado en la banda derecha del Anxo Carro donde sólo mande él y sus herederos, sin miedo a ningún invasor o duque extranjero. Confiemos en su sangre de hidalgo, de conocedor del fútbol en todas sus dimensiones, y dejemos llevarnos por las manijas del reloj que apuntan ahora hacia sus botas.  

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