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La no-evolución

por Borja García Varela 2 diciembre, 2015
Tiempo de lectura: 3 minutos

En Lugo pasa una cosa y es que no queremos lo que tenemos y cuando nos dan algo nuevo (a priori mejor y con las consecuencias que esa cosa nueva implica (adaptación)) tampoco lo queremos pero sin embargo loamos lo anterior como si fuera mejor y como si nunca lo hubiésemos hateado. Sin respetar lo nuevo y, por supuesto, sin darle una oportunidad. Ejemplo: “Vaya mierda el puente viejo que es un embudo, no provoca más que atascos porque apenas pasan dos coches a la vez, no sé cómo dejan pasar a los camiones, un monumento tan valioso y así de castigado blablablá”. Bien. Puente blanco inaugurado, cortan el romano y lo cierran al tráfico para restaurarlo por completo y convertirlo en peatonal y automáticamente se convierte en una puta mierda. “Joder, mira dónde fueron a hacer el puente nuevo, encima cortaron este al tráfico, a ver cómo pasamos ahora, mira qué vueltísima tenemos que dar” y así. Pasan cosas pero como si no pasara nada.

Cuando alguien quiere tratar de hacer algo no le dejamos, pero al mismo tiempo queremos ser cabezas de lista. Quiero ser moderno echándome gomina pero peinándome igual que cuando no me la echaba. Es como el que tiene tos y rasca el culo, el resultado no hace falta decirlo.

En Lugo no se arriesga nunca. No se gana, tampoco se pierde, pero en la mayor parte de los casos no es bueno no perder ya que te quedas sin lecciones valiosísimas. No nos inculcaron la cultura de aprender del error, nos inculcaron la de virgencita, virgencita que me dejen como estoy.

Sí es cierto que a veces se intentan hacer cosas pero psé… Una idea a priori magnífica, con mucho bombo pero al final, gaseosa. Primero porque como ya comenté por ahí arriba no se deja y segundo porque psé… Ya que está pos bueeeeeeeno. Sí, no está mal… pero vamos, que en resumen, puta mierda como el puente blanco. No hay huevos para dar pasos adelante.

Y no es que no haya gente que los de, que claro que los hay, pero es que la sociedad de Lugo es tan gris que ya veis. ¿Cuántas empresas de Lugo (no multinacionales (JAJAJA, multinacionales)) están a la cabeza de algo? ¿Cuántas destacan por, no sé, trabajar con el horario europeo? ¿O por adaptarse a la jornada de 8 horas (sí, de 8)? ¿O por empezar a usar términos como eficiencia y productividad? ¡Qué sé yo! ¿Cuántas se diferencian de algo? ¿Cuántas lo intentan?

Los ejemplos están ahí. Bien se ve que tanto vale a nivel personal, como de barrio, como de empresa los hay. ¿Y a nivel futbolístico? Hombreeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee.

El CD Lugo es otro ejemplo más de esta no-evolución. Aquí no sabemos encajar los cambios, no nos gustan. Físicamente estamos en ahora, pero con los pensamientos en antes. Me revienta ver que hay gente que se dedica (no sé si por hobby o por profesión) a desacreditar una y otra vez el trabajo de estos nuevos, por sistema, porque sí. Y necesitan el más mínimo motivo para alzar la voz y criticar esto y lo otro.

La imparcialidad no existe. La báscula sólo carga de un lado y venga. Me aburre leer tuits y comentarios por Facebook con el mismo contenido una y otra vez. Mal, mal, mal, mal, mal, mal, mal, mal, mal, mal. Todo mal. Está mal porque sí y punto.

¿Sabéis lo que más me jode de todo esto? Que ni tan siquiera se les da la oportunidad de demostrar si valen o no. Y eso es triste. Tirar piedras porque sí es muy triste. Para el que las recibe, porque ya no le dejan intentarlo, pero especialmente para el que las tira. ¡Cuánto infeliz hay detrás de esas mofas! ¡Cuánta necedad, joder! Y, sobre todo, cuánta vergüenza. Eso sí, para aplaudir a Llorente y a esperar a los del Sevilla cuando salen de vestuarios sí, valientes.

¿Tan mal está tener el primer puesto más cerca que el decimonoveno? Dadles la oportunidad. Puede que la caguen, pero soltad correa.

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