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Destino vacacional

por Ramón Rivas 19 marzo, 2015
Tiempo de lectura: 2 minutos

En Lugo se come bien, pero que muy bien. Es una ciudad pequeña, relativamente tranquila, y ofrece una buena calidad de vida a todos sus habitantes. No hay un movimiento agobiante de personas, pero tampoco se puede decir que el lugar esté muerto. Además, tenemos un millón de playas a tiro de piedra, y contamos con un clima que, para un gallego amante de lo suyo, es el mejor del mundo. Inviernos tirando a fríos, pero sin pasarse. Cuando llueve, tampoco es que se nos inunden los garajes. En verano hace calor, pero no tanta como para tener que estar seguido refrescándote y buscando sombras cual perro después de su ración diaria de pienso. En definitiva, Lugo es un paraíso que no todos tienen la ocasión de poder disfrutar.

Este tema, aunque el turista estándar no es capaz de apreciarlo en toda su esencia, no pasa desapercibido a los ojos de un tipo de viajero muy concreto: el futbolista del Club Deportivo Lugo. Esta especie, que por lo general es nómada y no consigue asentarse en ninguna de las poblaciones por las que pasa, encuentra en la esquina del noroeste un hábitat ideal para desarrollar sus actividades favoritas. Las comilonas, el chupito y la ronda de cubalibres son, para un lucense, el pan de cada día. Si además se les permite pasarse toda la temporada con lesiones extrañas de diversa índole, que les impiden jugar y entrenar pero no cobrar su nómina con puntualidad, ¿qué más pueden pedir hombres como David Aganzo o Jonathan Valle, cuyas principales ambiciones no pasan por dejarse la piel en el campo?

Estas dos buenas piezas, que me han servido de inspiración para este pequeño texto, no son ni mucho menos los únicos casos. Ernesto, Héctor Font y otros fichajes difíciles de comprender como Raúl Fuster, Samuel Galindo, Antonio Guayre o Fran Sol son algunos de los nombres que podríamos englobar en esa lista, teniendo en cuenta solamente las 3 temporadas que acumulamos en segunda división. Ya sea por incompetencia del futbolista, por mala suerte (la opción menos probable), porque no se acertó con su incorporación o por pura manía de Quique Setién, lo cierto es que no podemos desaprovechar tantos recursos en trabajadores que ofrecen una productividad nula. Creo que ya va siendo hora de parar de alimentar a mangantes, que se lo han montado demasiado bien para vivir a costa del fútbol. ¿Vosotros qué opináis?

Foto: imagui.com

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