Creo que la hinchada del CD Lugo está en la misma onda que yo si digo que el partido que disputamos el sábado en Mallorca me recordó mucho, pero que mucho, al final de la temporada pasada. A como jugamos una serie de encuentros, especialmente fuera de casa, en los que nos dejamos llevar completamente y hasta diría que de una manera muy poco profesional, lo que después propició que sufriéramos más de la cuenta para salvar la categoría.
Ya sé que yo, que siempre fui de hacer los deberes el domingo por la noche, tradición que aun hoy conservo, no predico demasiado con el ejemplo, pero a este nuestro equipo me gustaría decirle que no deje para mañana lo que pueda hacer hoy. Como broma ya estuvo bastante bien todo el rollo del año pasado, así que a dar el callo.
Ahora toca contar todo eso de que somos un equipo humilde, con poca experiencia en la categoría, uno de los presupuestos más bajos y bla-bla-bla. Sin dejar de ser verdad lo anterior, veo al CD Lugo esta temporada con un plantel realmente competitivo, que mantiene la base defensiva de los últimos años, y que ha incorporado a un elenco de futbolistas en zona ofensiva de un nivel notabilísimo. Entonces, ¿por qué seguimos empeñados en combinar partidos brillantes con actuaciones bochornosas, o victorias de prestigio con derrotas decepcionantes? Ojalá algún día encontremos respuesta.
Mientras tanto, en esta desconcertante ruleta rusa en la que estamos sumidos, el sábado pasado nos pegamos un tiro en la cabeza. Tras una mala racha, visitábamos las islas con el claro objetivo de batir a un conjunto bermellón que traía una dinámica totalmente opuesta, pero ni tan siquiera fuimos capaces de dar guerra. De ese equipo que un día presentaba plantillas muy competitivas a nivel nacional y continental, hoy tenemos un hatajo de nombres desconocidos entre los que destaca algún chaval descarado. De una afición que vivió grandes gestas, quedan unos pocos pidiendo cabezas de directivos. Aun así, el CD Lugo volvió a fallar.
No fue el árbitro, ni el campo, ni el mal tiempo, ni que perdonamos muchas ocasiones ni que tuvimos mala suerte. Fue que salimos al segundo tiempo con una panadera impresionante, y cuando nos quisimos dar cuenta, Scepovic ya había marcado dos. No es el del Sporting (ahora en el Celtic), pero es el hermano. Luis anotó un gol que solamente le sirvió a él para reivindicarse y ahí se acabó el cuento. Incapaces de ir a por el partido con más de media hora por delante. Dejando una sensación de prepotencia debido a la actitud de algunos jugadores. Espero que el largo viaje de vuelta haya servido para reflexionar mucho sobre lo ocurrido.
Por último, no me gustaría irme sin comentar que Carlos Pita sigue deambulando por el terreno de juego y no por ello deja de ser titular, que Setién sentó a Manu para darle descanso tras cuatro años y pico sin estar fuera del once, y que el tiempo de recuperación estimado por los “médicos” del equipo para un esguince es de 6 a 8 semanas. Nos podemos ir despidiendo de Jon García hasta el comienzo de la primavera, más o menos.
¡Un saludo, lugoslavos!