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No bastó con la valentía

por Ramón Rivas 16 octubre, 2014
Tiempo de lectura: 2 minutos

Hoy es un día en el que toca aplaudir. Aplaudir en la derrota. Ayer llegamos al Benito Villamarín y nos merendamos al Betis, tal cual. Con una masa social 10 veces mayor, una dilatada trayectoria al más alto nivel, contando con una plantilla muy superior a la nuestra, jugando en casa, e incluso si me apuras alineando a más jugadores que son habituales en liga que nosotros, y les comimos la tostada. Pero si tan grande es el fútbol para permitir estas cosas, también lo es para dejar con la miel en los labios al equipo que más propuso sobre el terreno de juego, y hacerlo en una tanda en la que 9 de 10 penaltis se tiraron perfectos, y fue a fallar el mayor especialista a balón parado de los 22 hombres vestidos de corto. Qué cosas.

Setién no se arrugó, y en vez de recurrir a su habitual 4-2-3-1, dibujó un 4-1-4-1 en el que Seoane se ocupó solito del centro del campo y dejó la labor creativa a Álvaro Peña y David López en el carril central, con Iago y Ferreiro en bandas y Luis en punta. Muy destacada la labor en la retaguardia tanto de Jon García como de Samu, que parecen seguir reafirmando la buena labor realizada por Mouriz en materia de fichajes. Los hispalenses, por su parte, pusieron en liza un once bastante reconocible que contaba con piezas clave como Jorge Molina, Rubén Castro o Matilla. Más tarde, Velázquez introduciría más madera, con Kadir y Enzo Rennella (bastante desapercibido).

El choque se convirtió en una batalla entre un Betis ahogado por su propia hinchada, atenazado por la presión, y un Lugo alegre que se sabía alejado de los focos y que tenía muy poco que perder. Los 90 minutos fueron bastante parejos, con llegadas en ambas áreas, e incluso con un disparo al travesaño de Dani Ceballos mediada la primera mitad. Pero conforme transcurrían los minutos y la grada se impacientaba, el Lugo empezó a crecer. Los cambios de Lolo Plá y sobre todo de Iriome supusieron una revolución que superó físicamente a los verdiblancos. Entonces, apareció Dani Giménez. El suplente de Antonio Adán agigantó su figura y se convirtió en el hombre del partido a base de paradas salvadoras. Entretanto, algún fallo clamoroso casi a puerta vacía le facilitó la tarea. Setién se llevó las manos a la cabeza y llegó la tanda.

Estaba claro quién iba a lanzar, y uno tras otro fueron ejecutando con precisión milimétrica. El Betis se alió con las escuadras, nosotros optamos por el carallazo ó medio. Y todo iba bien, hasta que llegó David López. Estudió el terreno, colocó el balón, y pisó varias veces el suelo para dejar el esférico en buena posición para golpear. Se cumplió el presagio, metió el pie demasiado abajo y regaló la pelota a un aficionado bético cualquiera que se marcharía a casa renegando de Julio Velázquez. “Que a estos los teníamos que machacar, hombre!”

Cejudo no se puso nervioso y aniquiló a un Dani Mallo impotente, sabedor de que no pudo hacer nada más, y de que a lo mejor ha sido el último partido que juega en la temporada.

Foto: estadiodeportivo.com

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