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Cuestión de estilo

por Daniel Martínez Baniela 4 octubre, 2018
Tiempo de lectura: 5 minutos

El estilo no se toca. El juego es irrenunciable. La pelota no se mancha. Incluso, si nos ponemos pedantes, no importa el resultado sino la nobleza de los recursos utilizados. Estas frases, y otros cientos más, podemos escucharlas de forma recurrente y sistemática en boca de entrenadores de fútbol considerados los adalides de la pureza futbolística. Guardiola, Valdano, Bielsa, Lillo… incluso nuestro querido Setién. Todos tienen en común el gusto (no digo buen ni mal gusto) por el fútbol de posesión, de toque y más toque, de no rifar la bola, de porteros que son líberos y delanteros que son mediocentros. Nada que oponer a su visión de fútbol, tan lícita como la de otros apóstoles de la acera contraria como Clemente, Benítez, Mourinho o Bordalás, de los mal llamados “resultadistas” (y digo mal llamados porque no conozco a un solo entrenador que no quiera ganar, ergo, que no quiera el resultado). El debate de las ideas, del tiki taka frente a la pizarra, del toque frente al cemento, de Menotti contra Bilardo, es tan viejo como el propio fútbol y ha llegado, como no, a nuestro Lugo. Era cuestión de tiempo.

López y Vicente Moreno se saludan. | Foto: La Liga.

Durante mucho tiempo, desde que Setién decidió sentar plaza a orillas del Miño, el Lugo fue referente entre sus pares, es decir, entre los muy humildes, de los del primer grupo. Tras el ascenso a Segunda en España comenzaron a conocer lo que aquí ya veíamos en la B, y comenzó aquella serie de adjetivos para los albivermellos. “Fútbol de salón”, “el Barça de Segunda”, etcétera, se propagaba en cada reportaje que la prensa nacional escribíamos sobre los pupilos de Setién. Lo que está claro es que el cántabro, además de ascendernos, dejó marcada la hoja de ruta del Lugo para los próximos años. Milla, Luis César y Francisco llegaban al Anxo Carro con las líneas maestras ya dibujadas, y cada uno la intentaba completar con sus variantes y sus propias particularidades. Así, vimos el 4-3-3 asimétrico de Milla, que tenía que hacer equilibrios para meter a Pereira en el once, hasta que se hartó y se fue; al 4-2-3-1 de Luis César, bendecido por Joselu con 22 goles para convertirse en el único Pichichi de Segunda con el que puede presumir el equipo y con un Pedraza que fue diferencial hasta que nos lo hurtaron; y finalmente Francisco que optó por el cemento en el doble pivote con Azeez de escudero del gran Fernando Seoane. Todos diferentes pero todos con un punto común: no traicionar el juego de posesión implantado por Setién. Esa era la única línea roja.

Javi López se plantó con un 4-4-2 en el Anxo Carro. Cuatro atrás, dos pivotes (uno defensivo y otro creador), dos extremos y dos delanteros. Más viejo que la tos pero efectivo desde que el fútbol es football en las Islas Británicas.

Javi López ha variado eso. ¿Por gusto? ¿Por obligación? ¿Por supervivencia? Diríase que por un poco de todo, aunque tengo para mí que sobre todo por supervivencia. El técnico desempolvó sus apuntes de entrenador, que criaban polvo desde 2014, y se plantó con un innovador (por inusual) 4-4-2 en el Anxo Carro. Cuatro atrás, dos pivotes (uno defensivo y otro creador), dos extremos y dos delanteros. Más viejo que la tos pero efectivo desde que el fútbol es football en las Islas Británicas. Bien. Tenemos centrales, tenemos laterales, tenemos pivotes defensivos y creativos, tenemos extremos y también delanteros. Entonces ¿Por qué carallo se nos atragantó tanto un sistema en principio tan simple?

Porque no solo hay que tener jugadores, sino que hay que atender a las características de dichos jugadores. En el supuesto esquema que López quería para el Lugo, fallaba prácticamente todo: centrales lentos, incapaces de reaccionar con la velocidad necesaria ante las contras de los rivales (véase el partido frente al Oviedo); medios que ya no están físicamente para cargar a la vez con la presión alta, el repliegue y la salida del balón (hay calidad, pero comienzan a faltar piernas); un extremo izquierda en el que casi nunca ha jugado un especialista y que siempre ha sido ocupado por jugadores con otras características (Herrera que es delantero, Campillo que es mediapunta, Aburjania que es casi de todo menos extremo…) mientras Lazo sufre el ostracismo del banquillo o la grada… Demasiadas fallas para que un 4-4-2 clásico funcionase. Y no funcionó, claro.

Javi López indica a Pita. | Foto: El Desmarque.

Ante este panorama, López ha decidido dar un giro de 180 grados a su idea inicial, al estilo del Lugo y hasta a sus propias decisiones sobre ciertos jugadores (menos en lo que a Lazo se refiere, que sigue sin contar a pesar de ser el jugador con más desborde del equipo). Defensa retrasada, pivotes más estáticos en defensa y que apenas inician presión, amontonamiento de jugadores y contras como forma de ataque. Verticalidad en lugar de posesión. Otro mundo.

¿Es peor esto que lo anterior? Si nos ciñésemos a los resultados, con cuatro puntos de seis posibles, habría que decir que se ha mejorado. Pero los resultados a veces esconden más de lo que muestran. López ha convertido al Lugo en un equipo que se planta en el verde, se vio ante el Mallorca, y que enseguida se ve en manos del rival, que monopoliza juego y dominio. Esto justo la temporada que el Lugo tiene más jugadores para tener la pelota. Chocante como poco. ¿Tener a  Pita, Aburjania, Sergio Gil, Campillo, Muñiz, Lazo, Iriome… para acabar montando el autobús y timbar balones arriba? Suena más a pan para hoy y hambre para mañana. Suena a supervivencia.

Porque ahí está el quid de la cuestión. La sensación que da este Lugo es que aún está de pretemporada. Que el entrenador aún está de pretemporada. Solo así se explican virajes de volante como los que López pega en cada convocatoria, en cada alineación. Hoy Muñiz es titular, mañana no va convocado. Hoy Jona en punta, mañana Escriche, pasado Dongou, y al siguiente dios dirá. Aburjania jugando en todos los lados imaginables. Ayer Bernardo, hoy José Carlos, mañana Josete. ¿Lazo? A saber. ¿Todas esas dudas no deberían haberse resuelto en pretemporada? ¿Cómo puede estar un equipo tan poco asentado cuando la temporada ya ha comenzado?

Así que ahora tenemos un Lugo defensivo que sale a la contra. Nada que oponer, pero, ¿puede alguien asegurarme que seguirá siendo así dentro de quince días? Al final, es una cuestión de estilo, pero no de cambio de estilo sino de que cualquier estilo, el que sea, se mantenga mínimamente en el tiempo. No saber si la próxima jornada se va a jugar de una forma u otra no creo que beneficie al equipo. El tiempo dirá a que acaba jugando este Lugo. O no.

Foto principal: Carlos Castro, La Voz de Galicia.

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1 Comment

Diógenes 6 octubre, 2018 at 11:33

Cualquier equipo, juego a posesión y proponer o juegue a esperar contras, tiene que hacer la presión alta. Tienes el Barsa de Guardiola o el Atlético de Simeone. Todos buscan presión para jugar su estilo. El Lugo no, el Lugo no propone y espera una jugada individual (descarado con Kravets) o una segunda jugada fortuita.

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