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Jueves universitario

por Denís Iglesias 15 septiembre, 2018
Tiempo de lectura: 7 minutos

Esta semana me comunicaron una trágica noticia. El santiagués Bar Calpe (una taberna de vino y foliada) echará el cierre este mes. La clausura de esta tasca en pleno Casco Vello significa el fin de una generación. Los nacidos en el ’90 y alrededores ingresamos en la senectud para referirnos a ese garito como “un sitio al que yo iba cuando era joven, donde vendían cuncas de vino blanco a 50 céntimos (los nuevos cinco duros)”. Cualquier paladar exquisito dirá que aquello era polvo mezclado con agua. Para nosotros era una económica ambrosía que nos mantenía en pie todos los jueves universitarios. E infinitamente mejor que el veneno legalizado que comercializaba el Bar Orense, otro clásico de la zona más antigua de la capital galaica, donde además de darte mala bebida te sacaban a palos (en concreto una señora que se parecía a Donald Trump). 

Los jueves universitarios eran una prueba de resistencia para el cerebro y el estómago. Si ahora intento ir sin dormir a una clase de Teoría de la Comunicación con Xosé Manuel Outeiriño es posible que termine vomitando en una papelera. Y él haciendo de mí una teoría de la espiral de silencio. Profundísima, tanto como su discurso, el de un profesor que había superado todos los límites intelectuales para dirigirse a ti de usted y al que pertenecen citas como: “Non é normal falar indo para atrás a non ser que sexas unha Nécora” o “cando un aproveita o solpor pospandial, é dicir, cando se queda durmido”. 

Xosé Manuel Outeiriño.

Mientras escuchaba todas estas maravillas verbales se caía una gota de sudor por la frente que aún olía al vino del Calpe, regentado por italiano escultor: Marco, perfecto gallegoparlante, entendedor de desgracias ajenas, quejumbroso, excelentemente vestido y que podría haber sido delantero del Bari (aunque se apellide Cassano). Pero aguantaba como un campeón, casi sin notar la boca pastosa y sabiendo que después tendría que coger el Freire con paradas. Mis compañeros de pupitre hacían lo propio y el que peor lo llevaba era aquel que se había caído intentando dar un salto mortal desde las escaleras de la Catedral o el que había pensado que era buena idea meterse en un pogo en el Avante (del que recientemente salió Errejón con una hostia en cada mejilla, como buen cristiano). 

Marco Cassano, resistente cultural del taceo santiagués. Esperamos ir pronto al sustituto del Calpe.

El Lugo que se presentó en Albacete era como una banda de jóvenes universitarios. Algunos, jugadores que no habían pasado por clase aún. Tal es así que ni el profesor los echaba en falta. Encima llegaron a la ciudad manchega en plena ‘Feria’, que es como le llaman en el sur a los grandes eventos festivos. Insólita nomenclatura sin un santo pegado, por lo que para nosotros, sin conocer el desarrollo del evento, es como si hubieran anunciado la Semana Verde

Por si esto fuera poco, los elegidos para jugar una competición que nadie sabe cómo ganar con este sistema, tuvieron que meterse entre pecho y espalda un viaje kilométrico en autocar. Otra vez la Freire de las paradas en cada pueblo, que como veis se me ha quedado grabada en el corazón, cual canción de Maná. Una excursión de carallo que terminó de la mejor de las maneras: con el pase de ronda, con minutos para jugadores que permiten sacar conclusiones y con actividad física dentro y fuera del devenir del partido. Habrá que ver cómo afecta esto a la planificación del partido contra el Real Oviedo

Vieira salta por ti

Javi López dispuso una alineación desconocida, como era previsto, sobre la que se hicieron miles de cábalas en la previa. La extensión de la plantilla y el misterio sobre la inscripción de ciertos jugadores no permite aciertos fáciles. Se estrenó Varo en la portería en un encuentro nada fácil para un portero que estuvo escoltado por una defensa formada por Luis Ruiz, Miguel Vieira, Josete y Borja San Emeterio. Cualquier cosa podía salir de ahí. Sin duda la mayor expectación recayó sobre el central portugués, por el que el Lugo pagó este verano un traspaso del que no se dieron datos y que hasta el Belmonte no había entrado aún en una convocatoria. 

El central portugués se fue como un resorte a por Malsa tras una falta sobre el retornado Eduard Campabadal

Al vigoroso zaguero se le notó por momentos la falta de ritmo propia del comienzo que ha tenido. Pero su compromiso desde el primer minuto fue innegable. Físico, imponente y metido en todas los pequeños partidos que se disputan a su vez en un encuentro tan imprevisible como éste. Vieira es el colega que aguanta lo que le eches durante la noche. Bebe menos tú porque no le hace falta para sentirse locuaz. Tranquilo escucha cómo le das la chapa con la serie que estás viendo y que tiene como únicos seguidores a ti y a un alumno de filología hebrea. Además, si alguien intenta amargarte los tragos de modo gratuito será el primero en saltar. Fue como un resorte a por Malsa como si llevara toda la vida en la cuadrilla rojiblanca. 

El regreso de Campabadal fue, más allá de la victoria, la gran noticia. Habían pasado tantas jornadas sin verle el rostro sonrosado al lateral que algunos lo daban por perdido. Como si de un nuevo episodio Carmona o Ernesto se tratase. Está entero, vivo y campante. No tuvo tiempo para adaptarse. Primero, a las carreras con Paulo Vitor. Después, contra sicarios como Tejero, frente al que dio una lección de democracia pese a los continuos golpes. A veces la etimología del nombre es bastante caprichosa…

Estrenó capitanía Sergio Gil y el brazalete le revolucionó positivamente las hormonas. Se marcó uno de los mejores partidos que se le recuerdan con la camiseta albivermella. Al estilo de aquel contra el Real Zaragoza que supuso su carta de presentación. Asentado ya en Lugo, los galones han empezado a brotar en sus hombreras. Muchas veces agazapado o cómodo en una segunda línea, este año tiene ante sí el reto de avanzar hacia el territorio de los Pita o Seoane para darles un merecido relevo. 

 

 

Abrió la veda del gol un Lazo que ha de ser titular cuanto antes en Liga. Aporta algo diferente al resto como lo hacían en su día jugadores como Pedraza. Aprovechó una especie de cesión de Dongou, que continúa perdido en ataque, como la mayoría de sus compañeros en esa demarcación. El conjunto de Javi López gana poco con dos hombres arriba y pierde demasiado en el centro del campo con un efectivo menos. 

También retorno al tapete Ramón Azeez. Como una vieja leyenda de la noche quien se las bebía de dos en dos hasta un día en el que un portero le dio tal somanta que lo borró de la noche pública. Tiene la misma cresta de siempre aunque le falta el soporte que le convirtió en la primera vuelta del curso pasado en uno de los mejores jugadores de la categoría en su posición. Una pérdida suya originó el tanto del empate de Ortuño, que se permite el lujo de formar parte de la unidad B del Albacete. Eso sí, previa falta no decretada por Varón Aceitón, al que uno imagina como un personaje de Federico Fellini. Un forzudo de circo que intenta deshacerse de una cadena de pinchos con los dientes. Surrealismo vestido de negro. 

Muñiz, ritmo de la noche

Sin embargo, el jugador que mejor encarnó el desacierto fue Chus Herrero. De nombre ambiguo y actuaciones defensivas aún más dudosas. Su grave problema de identidad le hizo meterse un gol en propia tras asistencia de Juan Muñiz. Se le derramó todo el cubata por encima hasta los pantalones. Y de paso, reforzó la moral del asturiano, el que mejor baila encima de la pelota, pero quien piensa que los éxitos vendrán a él por algún tipo de metal que lleva en los pies. Esta vez funcionó…

Se puso a pinchar ‘Ritmo de la noche’ y metió un gol de falta como hacía mucho que no veíamos. Templadita a la escuadra para completar una noche para recordar, por lo menos el viernes. Al resto de la humanidad le habrá parecido una jornada cualquiera, arreglada con un poco de Ibuprofeno. Para nosotros supuso terminar en el Toural bautizándonos como en las novatadas y pintando unos bigotes de Kiss en la Catedral (no, eso NUNCA, borrachos de pacotilla). Habría que retrotraerse hasta los tiempos de David López para ver un lanzamiento así que ni los Pita o Campillo han conseguido reeditar pese a su conocido buen golpeo del balón. 

En una categoría como Segunda, poder liquidar a un rival con un disparo de bazooka así te da un crédito inusitado. A ver si es capaz de mantenerlo Muñiz, con un poso de esfuerzo, imprescindible para ganarse la titularidad. Al final del encuentro hubo un homenaje a Pablo Casado y se entonó Viva el Rey con un tanto del monarca manchego Rey Manaj que se coló entre toda la defensa del Lugo para pedir la copa de Maycar, el pub de cierre de la movida santiaguesa. Como sucede en este sitio en el que aún pinchan con CD no valió absolutamente para nada, porque el tiempo estaba ya cumplido. Y mira que gracia irte con un tubo de licor café que huele a lejía para casa mientras los albivermellos cogen el taxi para la siguiente ronda.

Foto principal de los amigos de Aupa Alba.

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