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Cruz del Rayo

por Denís Iglesias 13 septiembre, 2018
Tiempo de lectura: 5 minutos

Para alguien que por motivos laborales tiene que vivir en Madrid, ir a ver a su equipo a un estadio como el Metropolitano en metro es una experiencia religiosa. En su día me pareció alucinante ir a Vallecas y comerme la presión durante toda la línea 1 (más de una hora), pero esto lo supera. No vas a la Plaza Mayor a que te estafen por una pinta de cerveza. Ni pretendes poner en jaque a las unidades antidisturbios, pero te sientes tanto o más importante, aunque sólo sea por un par de horas, que un hincha del Bayer Leverkusen, el Sporting de Portugal, el Apoel o de cualquier equipo que cada año viaja al kilómetro cero para animar a su equipo.

“Próxima parada Concha Espina, Cruz del Rayo, Avenida de América…”. Después de salir del curro en la capital o inmerso en un ida y vuelta de 1.000 kilómetros, cada uno serpentea por el subterráneo madrileño. El encuentro relegado a la jornada cochambre del lunes a las 20:00 entre el Rayo Majadahonda – CD Lugo fue para la mayoría del planeta una mancha en el calendario. Bueno, eso para los que saben que en Segunda existen estos equipos, en medio de los ex Primera. Para un albivermello era una de las citas de su particular temporada.

Visitar a un santuario moderno de las características del Metropolitano merece la pena como experiencia religiosa. Hasta un agnóstico del fútbol creería un rato al ver una edificación que podría considerarse como una de las catedrales de nuestra era. Si para nosotros el impacto era grande, imaginen para un aficionado del Rayo Majadahonda, que se ha mudado temporalmente del Cerro del Espino, un miniestadio para 3.400 espectadores, a un campo donde uno pierde la vista y se quedaría a vivir. Una evolución que les ha llevado de Segunda B a la categoría de plata más dura de los últimos tiempos a la que no han tardado en cogerle la medida. Dos victorias en los dos últimos partidos (pasando por encima de los rivales [Nàstic y Lugo] en varias fases) dan buena fue de ello.

La experiencia más allá del resultado

Tras la derrota por 1-0 en un partido decepcionante Ramón Rivas, compañero de Lugoslavia, lanzó una reflexión reposada como las que él acostumbra a hacer: “Non podes someter a túa experiencia nun campo ou un desprazamento ó resultado”. Y tiene toda la razón. Cuando pasen los meses recordaremos el desplazamiento al Metropolitano como una experiencia única. Me atrevo a desafiar sin optimismo el futuro para decir que nunca veremos al Lugo en un feudo así. Un día en el que un centenar de lucenses demostraron que valoran haber llegado hasta aquí. De ahí el cambio de turno que te jode el fin de semana. O la llamada suplicante para pedir una habitación a un colega o pariente que hace tiempo que no ves. Desenlaces amables cuando no te queda otra que agarrar el Alsa de las 00:30 para estar a primera hora en tu puesto laboral. 

No hubo quid pro quo entre las sensaciones en el campo y fuera de él. Pasamos de quemar la batería de los móviles para fotografiar cada rincón como un japonés a sufrir un arranque impetuoso de un Rayo Majadahonda que no se las da de novato. Antonio Iriondo es el nexo entre el equipo majariego que se midió al Lugo en la 96/97 en su primera temporada en Primera División y el actual. Sabe lo que se hace. Sus jugadores dieron una lección de cómo moverla con criterio ante un Lugo sin ningún tipo de plan. Parecía un perro abandonado en medio de una autopista.

Sólo Juan Carlos respondió a las acometidas de un equipo ‘local’ construido con cedidos y veteranos, la fórmula de cualquier ascensor, al que sólo le falta lo que a todos: un hombre gol. Aún así, con el caudal de ocasiones que genera, es difícil que alguna no se cuele en la portería rival. Los compañeros de Info Rayo lo advirtieron en la previa: la táctica de este equipo es desnortar al rival a base de posesión y presión alta. En el caso del Lugo lo consiguieron.

Ver el fútbol desde una posición como la nuestra, a escasos metros del césped, tiene sus inconvenientes y ventajas. En caso de anotar un gol, uno puede correr hasta la valla para reclamar un abrazo con el protagonista. Las virtudes se engrandecen pero los defectos aún más. Desde el Fondo Norte del Anxo, si no se tiene vista de piloto, se sufre menos cuando el visitante ataca en la portería del Fondo Sur. El gol llega en diferido. En el Metropolitano tienes ganas de tirarte al campo y parar, con la falta más deshonrosa que imagines, el avance del rival.

Constante aliento

Sufrió el Lugo tanto en la primera mitad que las cervezas a tragos rápidos que nos habíamos metido antes de entrar al templo rojiblanco se convirtieron automáticamente en sudor. Aún así se sintieron varios cánticos desde el rincón foráneo, algo meritorio en una afición que no se muestra cantora, aunque este año la Grada de Animación busque cambiar el sonido ambiente. Más insistente fue el sector de hinchas del Rayo Majadahonda que no dejaron de alentar a los suyos durante todo el partido. Habrá promociones, socios del Atlético y curiosos pero el equipo madrileño no se va a sentir solo en su debut en la categoría. Lo nuestro es parte de una enfermedad genética pero lo suyo es una iniciación en un rito que puede generar adicción.

Los jugadores de Antonio Iriondo marearon al Lugo hasta el punto de dejarlo K.O. con la posesión, aunque el desenlace pudo ser sanador 

El descanso trajo espesor. Las cantinas de los estadios con la máxima cualificación de la UEFA son bancos. Un refresco por cuatro euros es el canje que hay que soportar si no quieres deshidratarte. Sale mejor beber agua del grifo de los baños en una ciudad que presume de este recurso. Aunque hubiera sido mejor tomar un zumo Detox que tan de moda están tras la vuelta del verano y los excesos. La segunda mitad empezó peor. Aún se podía. El paso de los minutos trajo unos instantes de fanfarria, con los de Iriondo pasándose el balón entre ellos como si fuera una pachanga de barrio. Esta especulación y su esfuerzo por mandar una y otra vez los tiros fuera o a las manos de Juan Carlos resucitaron a un muerto llamado CD Lugo.

Han pasado apenas unas semanas de competición pero hay un jugador que ha destacado sobre el resto y lo ha hecho saliendo del banquillo. Es Lazo, un extremo inteligente que en apenas unos minutos puso patas arriba la defensa rival, que hasta entonces había vivido tranquila entre las carreritas de Jona, cuya forma de correr exaspera, y los inútiles esfuerzos de Dongou por poner un pie delante del otro. Otro secundario como Escriche mejora a cualquiera de estos dos compañeros, que hasta el momento están confirmando las sospechas que sobre ellos se cernían.

A pesar de la tragicomedia, varios córners y centros bombeados estuvieron a punto de concederle un punto al CD Lugo, que dispuso de dos faltas en posiciones inmejorables. El árbitro pitó el final y las ganas de marcharse para no escuchar el aplauso local eran fuertes. Aún así, la parroquia albivermella hizo de tripas corazón para despedir a los suyos, incapaces de acercarse a la valla para saludar. Unas palmadas de cortesía sólo rotas por José Carlos, que se acercó a regalar su camiseta a un aficionado, un gesto que le honra. Ahora, la Copa, que como la del after, nos interesa en la medida en que nos pueda soportar hasta el domingo.

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