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Vino peleón

por Denís Iglesias 27 agosto, 2018
Tiempo de lectura: 4 minutos

Las generaciones que se han corrido sus primeras parrandas en las últimas décadas lo han hecho mayormente con una caña o un vaso de litro de cerveza. El vino ha pasado a un segundo plano, relegado a las tazas que todavía se toman en algunos bares de Santiago a menos de un euro. La enología ha perdido su arraigo y ahora a duras penas diferenciamos un vino que merece gaseosa de otro que tiene cinco estrellas. Una pena, porque la crítica sobre estos alcoholes ofrece mil matices y acepta múltiples comparaciones. Porque hasta el CD Lugo de Javi López se puede catar en base a las variedades que ofrece cuando tiene el balón y cuando decide entregarlo para sufrir como el que disimula ante un vaso de tinto picado.

Cuando tiene el esférico es un reserva. Un equipo maduro que sabe salir de su refugio con criterio. Encarna la máxima manida pero efectiva de que un buen ataque es una mejor defensa. Jugadores como José Carlos saben tratar el balón como un vaso delicado. Pero cuando les quitan la pelota, su visión se vuelve nublosa, como tras tomar demasiado apurado un trago de un caldo con demasiada graduación. El Lugo se emborracha sin posesión, a diferencia de lo que le sucede a muchos equipos de la categoría. En parcelas como la banda derecha se percibe un manchón que no es fácil de disimular cuando equipos como el Granada se empeñan en hacerte pasar una y otra vez por los flancos.

Algo ha de cambiar atrás para que las gotas en la camisa nueva no se noten tanto. La mirada, como no podía ser de otro modo, se dirige hacia los ausentes. La envergadura de Miguel Vieira es uno de los reclamos para mejorar. El portugués se ha quedado en la lista de espera con los papeles en la mano. Nadie en el club ha sido capaz de comunicar los problemas derivados del límite salarial que apuntan hacia el Lugo y otros equipos de la categoría. Los periodistas que siguen la actualidad del club cuestionaron a Javi López sobre las ausencias del partido contra el Málaga, como fueron la del central luso, Escriche y Lazo. Éste rehuyó. Delegó la responsabilidad en quien tiene la potestad, que no es otro que Emilio Viqueira. El director deportivo santiagués ha dado con un tapón llamado Ramón Azeez que, a una semana del cierre del mercado, no come ni deja comer tras haberse incorporado tarde a la pretemporada y haber bailado con pie y medio fuera del Lugo durante todo el verano. Justo después de la salida de su mentor y valedor Francisco, ahora sin equipo.

Las buenas añadas

Precisamente Lazo y Escriche revolucionaron el partido en la segunda mitad. Se lo creyeron más que sus compañeros que estaban en el campo. Alguno, por su juventud, podría tacharlos de simples vinos peleones. Una de las teorías sobre el origen de esta denominación es por el ‘poder’ que otorgaban estos vinos sin demasiada maduración a los soldados durante la Primera Guerra Mundial. Los sulfitos les hacían ser bravucones y eso era lo que más importaba en el frente. Ni los matices a lila, el regusto a fresa o la lágrima de la copa. En el Lugo hay otras buenas añadas como de la que ha salido Vasyl Kravets, cada vez a más en ataque, aunque todavía ha de buscarse a sí mismo en defensa para crear el vino del año, con poso y que marida a la perfección con cualquier extremo.

Era imprescindible sumar cuanto antes. Borrar ese cero enorme del casillero que puede provocarte una resaca de campeonato. El conjunto de Javi López ya entiende el código binario por el que parece moverse esta división de locos. Ahora necesita refrendar este empate con un buen resultado ante el Numancia en casa. Que la cadena de sensaciones no se rompa para que el aficionado confíe. Éste ya tiene detrás de la oreja el consabido límite salarial o la debilidad defensiva. Tiene que ser capaz de no pensar en cada trago como el último y agonizar cuando al Lugo se le manchan los dientes como en la primera mitad del Nuevo Los Cármenes. Una aplicada resistencia que tampoco deben negociar los jugadores. No se les ha de exigir ser los más hábiles o los más certeros, pero sí los más entregados, un valor que se enseña y se trabaja. Se precisa un refuerzo mutuo entre la grada y el campo, pasando por el banquillo y la calle.

En el fútbol se invierten algunas lógicas. Los niños, que todavía no pueden beber, tienen mucha más paciencia con los suyos. Les vale con que su equipo no caiga con estrépito o con que su ídolo no se expulse en cada partido. Los más viejos, que tienen el paladar más entrenado, son, sin embargo, los que primero caen en el agobio. Los que peor toleran las copas de más y no aceptan que si se ha bebido no se puede conducir. La categoría este año requiere un alto nivel de confianza y sufrimiento en los posibles. La mayor parte de los clubes superan en abonados al CD Lugo, pero éste, a pesar de los continuos vaivenes, necesita aplicar sus seis temporadas consecutivas en una liga para disfrutar. El que vaya a amargarse con el primer sorbo, es mejor que tire de petaca y se vaya a ver la Champions o el Brasileirao.

Foto principal: LaLiga

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