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El bulevar de los sueños rotos

por Colaboración 13 abril, 2018
Tiempo de lectura: 4 minutos

Por Andrés Rodríguez (@seeredbull)

“Por el bulevar de los sueños rotos
Desconsolados van los devotos
De San Antonio pidiendo besos
Ponme la mano aquí Macorina
Rezan tus fieles por las cantinas,
Paloma negra de los excesos.”

Partamos de dos premisas muy sencillas:

  1. Estar en Segunda División (o Liga 1-2-3, llamémosla como queramos) es un auténtico privilegio para una entidad como el Lugo a nivel social y económico.
  2. Observo en las últimas campañas una progresión del equipo en lo deportivo, siendo capaces de asegurar los objetivos con más antelación.

Con lo anterior y tomando como referencia la letra de la archiconocida canción, me pongo a explicar mis sensaciones a estas alturas del año con el C.D. Lugo.

La temporada 2017-2018 empezaba con buen paso, sumando puntos de manera consistente tanto en el Ángel Carro como a domicilio, hasta el punto de vernos en la jornada 12 líderes (ninguno de nosotros podía dar crédito a lo que veíamos en la clasificación).

Aguantábamos el tipo, pasaban las jornadas y manteníamos la cabeza en la zona alta, parecía que empezábamos a ganarnos el respeto de los demás equipos y estamentos… Pero nada. Como en anteriores ocasiones, diversas causas hacen que la marcha del equipo, siendo buena, se vea ralentizada más de lo deseado, cayendo las esperanzas y deseos de los parroquianos rojiblancos.

Siempre pensé que la salida de Ignasi Miquel no sería un factor determinante. Cuando vino, pensé que era un buen jugador, pero que no marcaría diferencias. ¡Ay, cuánto me equivoqué! Acabó siendo hasta su salida rumbo a Málaga el gran baluarte a nivel defensivo, sacando bien el balón desde atrás en corto y con cambios de juego en largo, además de aportar seguridad en la línea de atrás, cosa de la que venimos careciendo en mayor o menor medida desde que estamos en Segunda.

Si a su salida sumamos que las llegadas han aportado (a excepción de José Carlos, que sinceramente dudo verlo de corto con nuestro equipo) para mantener viva la llama de los playoff durante varias semanas, muchos nos frotábamos los ojos pensando “¿Y si este año va?”

Sin embargo, golpe de realidad. El último mes nos ha puesto en nuestro sitio. Los resultados cosechados nos han dado de bruces con lo que somos, un equipo humilde que quiere asomar la cabeza en la parte noble, pero muestra sus limitaciones a la mínima: falta de gol (hasta 16 jugadores han marcado según estadísticas, pero ninguno se acerca ni por asomo a los 10 tantos), blandeza defensiva (sobre todo fuera de casa, siendo históricamente nuestro punto débil regalando goles y ocasiones), sobreponerse a decisiones arbitrales (acertadas y erróneas) que han restado puntos y condicionado numerosos partidos, aunque como vimos ante el Oviedo, con uno menos por la expulsión de Kravets, nuestros jugadores pueden hacer frente si ellos quieren.

Éste es un punto interesa que quisiera compartir: desde hace 2 o 3 temporadas, tengo la sensación de que el equipo cuando puede apretar para mantener posiciones de playoff, como que se deja ir. No sé si me explico. Pienso que, sin caer en la autocomplacencia, sí se respira un aire de “excesiva tranquilidad”, en el sentido de que saben que una vez cumplido el objetivo no es necesario seguir el ritmo marcado.

No hace falta irse muy lejos en las clasificaciones históricas, nos pasó el año pasado con Luis César de entrenador: novenos con 55 puntos, teniendo al pichichi Joselu con 23 goles (a ver si volvemos a ver a un jugador así), quedó en la grada la percepción de que “lo dejamos escapar”. Otro ejemplo muy trillado, en la era de Setién se seguía la misma dinámica, primeras vueltas buenas en cuanto a juego y puntos pero hundimiento en la segunda, habiendo cumplido el objetivo.

“Las amarguras no son amargas” dice también Sabina. Puede que tenga razón, que no sea más que una pataleta de alguien que quiere ver más de su equipo. Sobre todo cuando veo al Breogán, el otro equipo puntero de la ciudad, peleando por estar en ACB, el sitio que le corresponde por afición e historia. En el Ángel Carro somos en torno a 3000-3500 fieles que vamos a nuestro asiento pase lo que pase, pero no encuentro la sensación ni el ánimo en la gente de acercarse a animar y ver fútbol de plata.

Me gustan las promociones puntuales de entradas a precio reducido, pero aun así, y sin querer presumir de ello siendo un servidor uno de los que más trata de conseguir entradas para que mis amigos/conocidos vayan, es difícil enganchar a la gente. “hace frío, tengo comida…” son los argumentos más esgrimidos para evitar lo que para muchos es una liturgia quincenal.

Todo lo expuesto se resume en una frase que oí a un buen amigo mío la semana pasada, tras perder en casa: “sí, pero no.” Ese sentimiento del casi, de los detalles que te hacen quedarte con cara de tonto y de pensar “otro año que cogemos vacaciones en mayo”, son los que me hacen pensar con ilusión que “algún año será”. Seguiré compartiendo charlas con amigos y vecinos de grada, seguiré alabando y criticando cuando toque, pero ante todo seguiré animando a un equipo en crecimiento del que todos debemos estar orgullosos.

Pd: no, no dejaré de ver al Lugo, porque con todo, las premisas son las que son y qué carallo, a mí me gusta el fútbol

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