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Lugo – Kurdistán

por Denís Iglesias 20 enero, 2018
Tiempo de lectura: 5 minutos

Tengo un gran amigo que apoya la lucha del pueblo kurdo. Sí, pudo elegir cualquier conflicto con visibilidad mediática: desde el independentismo catalán hasta la causa Palestina. Pudo ser simplemente un activista capaz de cambiar de bandera en cada manifestación. Pero no, él quiso ser un ourensano defensor de lo kurdo. Tras verle devorar libros y documentales sobre el Kurdistán, un día me dio por preguntarle cómo estaba dividido ese ‘estado’ que yo era incapaz de identificar en los mapas. Ojalá hubiera enunciado la pregunta con tal refinamiento. Más bien fue un: “¿Qué coño es eso del Kurdistán?”.

El Chapa es un tipo tranquilo. Con reposo, y con una cerveza en la mano, me explicó que el Kurdistán es una nación sin estado situada en Asia que está repartida en cuatro países: Turquía, Irak, Siria e Irán. En Turquía (norte), los kurdos están bajo el yugo de Erdogan organizados bajo el PKK (Partido de los Trabajadores del Kurdistán) y el HDP (Partido Democrático de los Pueblos) en el parlamento. Apuestan con el confederalismo democrático en la medida que pueden en el estado turco. En Irán, bajo el mandato de Hasan Rouhaní, donde hay una guerrilla y partidos que prácticamente luchan por su supervivencia. En Irak, bajo el liderazgo de Masud Barzani, aliado de Estados Unidos, Israel y Turquía, que apuesta por el neoliberalismo con el modelo occidental basado en la posesión del petróleo. En Siria, apuesta también por el confederalismo democrático, que se lleva plenamente a la práctica, constituyendo una sociedad matriarcal, donde las mujeres detentan el poder.

A este cacao monumental de fronteras únanle un profundísimo silencio en los medios. Y muchos conflictos en los que han sido enemigos y amigos de todos. Tras devorar esta lección de historia, en una de mis múltiples metáforas, en las que como sabéis soy capaz de comparar una lechuga con la Crítica a la Razón Pura de Kant, imaginé que la masa del CD Lugo es semejante al Kurdistán. La unidad es una quimera en una provincia absolutamente despreciada por todos los signos e instituciones, donde ir de Lugo a Viveiro es equiparable a una etapa del Dakar. La Muralla de la capital sigue siendo un muro que sólo traspasan desde a Mariña o desde Monforte para cubrir papeles.

El CD Lugo, una nación sin estado que resiste al ‘Big Four’

Pero en el fondo, todos esos localismos convergen en una desgracia común que es el lucensismo. Una forma de, por lo menos, no sentirse coruñés ni vigués. Un modo ser galaico más genuino. En el ámbito futbolístico, el CD Lugo es como la Selección de Fútbol de Kurdistán. No representa más que a quien la sigue. No pertenece a la FIFA ni a la AFC (el órgano rector del fútbol asiático), pero sus logros y su capacidad para sobrevivir en un entorno poco amigable son valorados más por el público foráneo que por el propio.

Convencer a un habitante de la provincia para que se haga socio del CD Lugo es una auténtica labor evangelizadora

El CD Lugo es una nación sin estado, que tiene que recortar fronteras frente al territorio ganado históricamente por el Real Madrid, el FC Barcelona, el Deportivo y el Celta. Convencer a un habitante de la provincia para que sienta al equipo rojiblanco como propio es una auténtica labor evangelizadora. Algo que once apóstoles intentan promover en el campo y otros cientos de misioneros, también socios, procuran hacer realidad en las comidas familiares, los bautizos, las esperas con el vecino en el ascensor o en la cola del dentista.

El ejemplo que más me llamaba la atención de todos los que me comentaba el Chapa era el de Rojava, donde existe un sistema comunal y autogestionario, de corte libertario, que se ha convertido en uno de los principales bastiones contra el Estado Islámico. En el fondo, eso somos los 3.000 hijos del Anxo Carro, subterfugio creado para todos los fieles a la bandera rojiblanca. Pertinaces, a los que el oligopolio de los grandes equipos directamente se la suda.

Somos un núcleo terco, pequeño pero capaz de llevar su fe al extremo | Foto: Xabi Piñeiro - Lugoslavia.

Somos un núcleo terco, pequeño pero capaz de llevar su fe al extremo | Foto: Xabi Piñeiro – Lugoslavia.

A ojos de los medios, son una minoría simpática que parece condenada a que su equipo esté de modo sempiterno en la mitad de la tabla. Bueno, eso si tienen la suficiente autoestima para no creerse el mensaje rajoyístico de que “el Lugo está por encima de sus posibilidades”, que se llevan a la boca los analistas de los equipos grandes cada vez que nos enfrentamos a ellos. Como no podía ser de otro modo, los kurdos de Rojava no reciben ningún apoyo internacional.  Ni los árbitros, ni la LFP, ni ningún otro estamento se plantean el Lugo como un problema. O como un foco de atención. Pero a base de sudor y lágrimas, el batallón rojiblanco se ha plantado entre los equipos de arriba y puede ser un problema para muchas de las escuadras aspiracionales.

Somos como los kurdos de este deporte, una etnia disgregrada, quejumbrosa, a veces penitente, pero que siempre lucha unida en las grandes citas

Y a pesar de la incomunicación, el núcleo terco de los que somos del Lugo “y sólo del Lugo” nos reafirmamos en nuestra condición ante el futbolero postizo que sólo sabe hablar de este deporte con titulares del Marca. Somos como los kurdos de este deporte, una etnia disgregrada, quejumbrosa, a veces penitente, pero que siempre lucha unida en citas como las de hoy. El gordo saca tripa. El feo se pone ojeras. El solitario se pone pinchos en la espalda. Y todos se tatúan en el pecho la palabra orgullo.

Toda esa naturaleza tan nuestra de la queja sempiterna se vuelve, por una vez, útil, y se convierte en protesta contra las injusticias arbitrales. O simplemente se transforma en un puño que se eleva al cielo y en una garganta de la que brota un profundísimo Forza Lugo. Porque aunque sólo sea por contrapunto, en duelos contra equipos que nos superan en número en nuestra propia casa, agudizamos el ingenio para pedir nuestra autodeterminación. Somos el mejor ejemplo de como el localismo (llevado al extremo, donde cada parroquia reivindica su forma de ser) puede configurar un patriotismo tosco pero comprometido.

Pocos, pero orgullosos, un Fondo que siempre se encuentra a la vanguardia | Foto: Xabi Piñeiro - Lugoslavia.

Pocos, pero orgullosos, un Fondo que siempre se encuentra a la vanguardia | Foto: Xabi Piñeiro – Lugoslavia.

Para nosotros, la visita del Sporting es como la visita de Unicef. Agradecemos la gentileza, la inversión que harán en nuestros bares y hostales. Pero más allá de toda esta ayuda humanitaria, propiciada por el gol de Caballero, nos creemos nosotros mismos. Ojalá pudiéramos estar hermanados con una afición del tamaño y la conciencia de la Mareona, pero todavía jugamos en otra división. Por eso agradecemos su aprecio, pero seguimos a lo nuestro, con la AK-47 más vieja que existe, pelada de estar en Tercera, a la que le metimos una reforma en Segunda B, y que tiene más balas que nunca en Segunda División.

Porque aquí, al lado de la vergüenza del Garañón, de los humos pestilentes de la Operación Pokémon, hay un pueblo de pelota dispuesto a que el CD Lugo sea nación en un Reino de Taifas como es la Segunda División, para el que conseguimos una invitación por cabezonería, y del que no nos van a bajar ni aunque nos echan sulfuro. Y como dice el proverbio kurdo más célebre: “Quien tiene miedo tiene desgracia”.

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