Artículos

“Juan Carlos, te quiero”

por Denís Iglesias 21 enero, 2018
Tiempo de lectura: 3 minutos

Si usted estuvo este sábado entre las 20:30 y las 22:00 en el estadio Anxo Carro es muy posible que en estos momentos tenga la epiglotis, la faringe y hasta la traquea hechas una menestra. El escozor complementario puede venir dado por un chupito tomado a desmano para celebrar lo sucedido. Le dará absolutamente igual. Una dosis en bucle del vídeo resumen del CD Lugo – Real Sporting cada ocho horas y se sentirá cómo si hubiera inyectado lizipaína. Lo sucedido a las orillas del Miño difícilmente se puede condensar en frases ordenadas y quizás la descripción más sincera tendría un montón de tacos, palabras inconexas y aspavientos.

Con todo, hay varios fotogramas que permanecerán en la memoria física de unos 90 minutos extraordinarios. “¿Para qué queréis ganar?”, me preguntaba con sorna un aficionado del Sporting minutos antes del partido mientras me ofrecía un trago de su cerveza. Forma parte del paternalismo con el que todavía nos siguen tratando las grandes aficiones. Somos ese crío de provincias que pertenece a una familia humilde. Un currela que va ganando capacidad de ahorro mientras el chuleta estudiado en la Universidad Europea de Madrid se pasa el día contando batallitas.

Y hablando de sus siglas y de todo lo que ha conseguido su estirpe. El día del examen, ante el igualador folio en blanco, nuestra prosa es científica porque sabemos que sólo rozando la perfección podremos opositar a los playoffs. Mientras tanto, el relamido, amigo de todos, al que incluso le han pasado algunas preguntas, piensa que con sólo poner el nombre y, sobre todo el apellido, tiene ya suficiente para triunfar. Va a ser que no.

Con-fi-an-za

“Queremos ganar porque nos sale de los huevos”. No compuse otra respuesta más fina ante una cuestión quizás inocente. El comportamiento de la Mareona fue intachable y poder ver el Anxo Carro con un ambiente como el de ayer es un regalo divino para cualquier aficionado. Pero este equipo nos ha dado la suficiente confianza como para entender que dentro del campo la inocencia, la hospitalidad y el todo código de conductas del aficionado modelo se quedan aparcadas. El Lugo de Francisco es un ser vivo que se cree lo que hace. Esa confianza es la que permite que Iriome haga un recorte de muerte para abrir el marcador; la que concede el arrojo a Jaime Romero para pasar página en un par de minutos como rojiblanco y la que propulsa el balón de Juan Carlos desde Mondoñedo hasta la portería de Mariño.

La solidaridad es el mejor atributo del CD Lugo, formado por los “recortes” de otros equipos que ahora pagarían por repescarlos

Y si todo falla, este equipo por lo menos reivindica el derecho a una muerte digna. Atrás quedan las tragicomedias de los años anteriores en los últimos minutos, que tanta vida nos han quitado. Los errores por falta de seguridad propia en la salida de balón. Partidos en los que algunos jugadores se sentían en la más profunda soledad a pesar de jugar con otros diez. La solidaridad es el mejor atributo de esta escuadra formada por lo que otros equipos consideraban como “sus recortes”. Ahora se dan golpes contra la mesa por haberlos dejado escapar y enuncian el canto del amor más falso: “No eres tú, soy yo, vuelve…”.

“Te quiero, Juan Carlos”, exclamaba un niño sentado unas filas por delante de nuestros asientos anticipando lo que después iba a suceder

En Lugo jugadores como Juan Carlos han encontrado los mimos que en otros campos sólo le daban por conveniencia. Y más, a sabiendas de que los porteros son “la más fea de este deporte”. “Te quiero, Juan Carlos”, exclamaba un niño sentado unas filas por delante de donde se suele poner Lugoslavia. Con su camiseta naranja y el ‘1’ a la espalda, una elástica outsider frente al ‘9’ que todos quieren ser. Y lo hacía antes de ese gol estratosférico que sólo se marca en una pachanga o en el FIFA. La demostración de amor más sincera por parte de un rango de edad que, para bien o para mal, dice la verdad. El meta alcarreño le devolvió el halago con una media sonrisa. Ojalá hubiera tenido yo un ídolo en mi infancia así, con el que pudiera interactuar de tú a tú. Y no esa mierda de póster de Batistuta en la Fiorentina o de Rivaldo anunciando las Mizuno, recuerdos en una dimensión que cada vez tienen menos importancia.

El CD Lugo de la presente temporada ha redoblado nuestro amor propio y ha aumentado las distancias con el autoodio tan lucense. Ya va siendo hora de que animar al equipo de tu ciudad no se parezca a ser Testigo de Jehová. Todavía a día de hoy a uno le preguntan: “¿Cómo ha quedado el Lugo?”, como pregunta de rigor, como una forma superficial de cumplir con el equipo de la ciudad. Cuando el que cuestione baje a comprobarlo por sí mismo tendremos mucho ganado. Mientras tanto, los de siempre, estamos tontamente enamorados de esta categoría, de esta temporada y de este equipo, precioso en sus sudores e imperfecciones, y al que sentimos muy nuestro.

Comparte:

Deja un comentario