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Viejos valores

por Lugoslavia 17 septiembre, 2017
Tiempo de lectura: 3 minutos

El inicio de la temporada del CD Lugo está siendo una auténtica montaña rusa emocional. Si frente al Cádiz alguno ya mordía su carné para romperlo, tras la victoria en el último suspiro frente al Real Zaragoza, le retiró la saliva para volver a creer. No por motivos de genética táctica, sino por el carácter que demostró el equipo rojiblanco.

La victoria tiene todos los alicientes para motivar a la grada: contra un rival de nombre, al que el Lugo se enfrenta en Copa esta semana, con remontada incluida, con la hora encima… La culpa de este grito al cielo la tienen dos jugadores con los que cualquier abonado se siente identificado: Fernando Seoane e Iriome. Su sello en los goles hacen que cobren todavía más simbolismo.

Seoane, oda a la regularidad

Ambos tienen la capacidad de estar con los pies en el suelo. No es fácil en el fútbol sobreactuado actual. Han sumado kilómetros con la elástica lucense sin ruido, pero con grandes dosis de trabajo. Sé de varios aficionados que tras los partidos dirigen mensajes a Seoane, por privado, en redes sociales. Nunca les ha negado la respuesta, Tampoco la sinceridad: “Somos moi malos, como non melloremos”, les espeta tras una derrota. En el último intercambio de mensajes, los seguidores le pidieron al ‘8’ lucense más arengas. Que el Fondo Norte sintiera como antaño que es algo más que atrezzo: “Non sexades parvos, a situación revírtese coa unión de todos”.

Seoane es, posiblemente, el jugador más importante de la historia reciente

Seoane es, posiblemente, el jugador más importante de la historia reciente del CD Lugo. También Carlos Pita, aunque las lesiones y la forma reciente han mermado su condición. Pero, a pesar de todos los fichajes que han pasado por el Anxo Carro, no hay un jugador capaz de igualar su agudeza con el balón. Ambos conformaron una pareja en el doble pivote que parecía interminable. Seoane no sabe lo que es el descanso a sus 34 años y va a cada balón como si fuera el primero. Omnipresente y omnipotente, como en el córner que dio origen al primer gol.

Ahora es tarde, pero algunos que le han visto jugar creen que podría haber tenido oportunidades en Primera. Los saltos también tienen un componente de suerte. Seoane nunca se ha mostrado arrepentido y sería difícil verle fuera de su ecosistema. Con sus caballos y su gente. Dentro de este último reducto también está la masa social rojiblanca. La regularidad que le ha acompañado desde siempre le ha hecho transparente a las críticas. El dedo acusador del lucense, que a veces lo hiperboliza todo, nunca le ha tocado. Las seis temporadas en territorio amurallado le avalan, pero su carácter es un añadido.

La autodeterminación de Iriome

Esta teoría funciona también en el caso de Iriome. Repitió como goleador. Ante el Albacete aprovechó una excelente asistencia de Campillo. Contra el Real Zaragoza demostró que tiene la cabeza preparada para amartillar lo que sea. Ante la falta de competencias goleadoras de los ‘9’ en liza, Cristian Herrera y ‘Polaco’, el de Icod de los Vinos ha asumido el protagonismo de un Lugo tímido en el remate. Es otro ejemplo de jugador cercano, que ha sabido adaptarse a Lugo, una ciudad empequeñecida, que no pequeña, perezosa de orgullo y forjadora de odios y recelos. Pero que aún así sabe ser agradecida.

Iriome se está sacando la espina clavada de la pasada temporada

Con cuatro temporadas como rojiblanco, Iriome asume la condición de veterano, de jugador de la casa que ha subsistido al continuo trajín inestable de futbolistas, técnicos y demás familia. Tanto Seoane como Iriome han intentado que la profesionalidad  se imponga al tormento de los cambios. El segundo se ha sacado una espina que se clavó en lo más hondo de su rendimiento la pasada campaña, en la que no vio puerta. Sólo en el año del ascenso con el Tenerife en Primera (2008/2009) había anotado hasta entonces un rosco en su libreta de tantos. Esta temporada, en apenas cinco jornadas, ya ha sumado dos dianas de calibre que han rescatado a los de Francisco de una asfixia anotadora que aún pervive.

En la temporada 2016/2017 era frecuente ver a un Iriome desnortado. Lo intentaba con todas sus fuerzas sin éxito. Físicamente este año vuelve a estar como hace varias campañas, cuando su banda era un puñal para los rivales. Junto con Seoane es un eslabón entre el palco y la grada.

Son referentes en un club que a veces se abre en canal. Al final, el campo manda y es soberano. Aunque el fútbol moderno, con sus ejecutivos y sus estandartes monetarios haya canibalizado la cercanía que antes existía, resisten a jugadores sin tatuajes, que conducen Buggati Chiron o lanzan exabruptos verbales. Viejos valores para un deporte que acabará por explotar en su propia burbuja, con nosotros dentro. “Feliz por Iri, un tío magnífico, un hombre de vestuario, feliz porque las buenas personas siempre tengan recompensas”, decía Bernardo tras el 2-1 ante el Real Zaragoza, una afirmación bandera con la que quedarse y recuperar crédito olvidado.

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